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UNA ESPECIAL CAPACIDAD ANTE EL DOLOR septiembre, 1974 Esta vez la paciente llegaba desde lejos, exactamente desde vie ja Armenia, a muchos km más arriba de Coca, -en el río Napo. La bajaban urgentemente a Coca porque, la Sra. no podía dar a luz. Las primeras contracciones, hacia el mediodía, habían proyectado la mano del muchacho por la vulva y, automáticamente, el problema se había hecho insoluble por la vía normal de los nacimientos humanos. Dess perado, el marido la llevaba a Coca. Pero en aquel momento nadie supo cómo ayudarle. Solamente si bajaba a Nuevo Rocafuerte, le decían, se le podría operar y salvar a su mujer. Rócafuerte, pensaba, ¡tan lejos, se me morirá!. Pero, había que intentarlo. Consiguió más combustible y, con la misma canoa y dos vecinos que le acompañaban, reemprendió el viaje. A las 9 de la mañana del siguiente día llegaba al hospítal. Echa da en el fondo de la canoa, sobre un tabladillo, estaba Julia, de unos 32 años, dolorida, pero no tan mal. La subimos en camilla a la sala de espera y, de allí, al consultorio. La mano del niño estaba morada y flácida. El vientre de la mujer mostraba, tras su tenue y delgada pared, toda la imagen del pequeño que albergaba. Evidentemente estaba fue ra del útero, que, como era seguro, no pudo resistir las fuertes contrac ciones de una expulsión imposible. La llevamos al quirófano y comenzamos, en el tiempo más rá pido, una intervención quirúrgica que exige una gran abertura del abdomen, la extracción del niño, gravemente contaminante, al pasar su mano a través del canal vaginal hacia el interior del abdomen y de aquí al exterior. Como en casos semejantes, el útero destrozado con la ruptura y la mala oxigenación, al romperse los vasos sanguíneos que le nutren, tuvo que ser extraído. La histerectomía completa, que com porta este acto quirúrgico, supone un fuerte traumatismo para la mu jer, pero Julia lo soportó muy bien. Milagrosamente, La ruptura no había afectado de forma total a los vasos principales y la hemorra gia interna no había sido especialmente importante. Su tensión arte rial se mantuvo en valores casi normales a lo Largo de la interven ción. Cuando la paciente despertó de su anestesia le preguntamos si quería que le inyectara algo para el dolor, pero ella afirmó que no le dolía. Advertí a las hermanas que le colocaran algún fuerte analgésico en el momento que sintiera el menor dolor, pero Julia nunca se quejó. En varias ocasiones yo mismo le pregunté si sentía algunas molestias en el vientre y ella afirmaba que estaba bien. 16

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