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UN PARTO ENTRE LAS AGUAS julio; 1974 Al mediodila del $ de julio de 1974 me avisaron por radio desde Coca, que venía una inmensa crecida del Napo. Se estaba desbordan do por muchas partes y ya se sabía que arriba habían ocurrido desgra cias. Que, por favor, avisara a la gente para que se preparara. Yo cogí el deslizador y me fui a avisar por los alrededores, pero la gente lo tomó con demasiada calma: ¡sería como en otras ocasiones, una buena crecida, pero nada más! A la mañana siguiente el río comenzó a crecer, al principio con calma, después fuertemente, con palos y gran avalancha. Al mediodía ya había sobrepasado los tres metros y medio. Por la tarde, a nivel de la casa de mama Fide, un reguero de agua atravesó el malecón del pueblo, camino de la calle posterior. Una hora después cubría hasta la rodilla. A las siete ya era imposible atravesar la calle: la corriente era demasiado fuerte y el agua llegaba hasta la cintura. Algunas canoas andaban por la calle posterior como si de un pequeño río se tratara. Hacia las 11 de la noche sólo a nivel de la Capitanía del Puerto la calle estaba seca. Yo estaba preocupado por el hospital, que había abandonado hacia primeras horas de la tarde. A las doce de la noche regresé en canoa, por la calle de atrás. Todo estaba inundado; el agua cubría dos palmos todo el piso de los pabellones. A nivel del local de las plantas de luz el agua llegaba hasta la parte alta de los pilones de cemento, donde éstas se apoyaban. En la bodega tuvimos que levantar las cajas de medicamentos que estaban en el piso inferior. De mañana, anque el río había dejado de crecer, las aguas aún se mantenían en su nivel más alto. La cocinera se había hecho con una pequeña quilla y con su bandeja de comida, remaba, llena de felicidad infantil, hacia los pabellones de enfermos llevándoles el desayuno. A las nueve llegó un deslizador de Tiputini; en I venía la Sra. Fabiola Carrasco para dar a luz. Era una paciente de 41 años, enorme mente gruesa y muy pálida. ¿Cómo trasportarla a la sala de partos?. Tuvimos que colocar la camilla sobre la quilla y arrastrarla desde el río hasta el hospital, como si fuera una ambulancia fluvial. No era el momento para muchos detalles y lo único que hice es recogerme los pantalones hasta la rodilla y asistir el parto con agua hasta media pierna. Nació un varón y todos estuvimos de acuerdo en que su nombre tenía que ser Moisés. Así se le inscribió en el registro civil y cuando se hizo mayor le pareció muy acertada la elección. 15
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