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su gran poder de destrucción. En varias ocasiones, con motivo de mis visitas periódicas, le había tratado con antiparasitarios y compuestos ricos en hierro, pero, en realidad, sus mejorías eran muy cortas. El 25 de octubre, hacia media tarde, llegó al hospital. La traían porque se había agravado con un cuadro respiratorio añadido. Estaba sudorosa, respiraba con dificultad, y estaba ansiosa. La colocamos en una cama y planificamos un tratamiento que cubriera sus problemas. No había pasado una hora cuando la paciente entró en coma y, antes de que nos diéramos cuenta, entre una respiración entrecortada e irregular, nos abandonó para siempre. Era mi primer fallecimiento por anquilostomiasis aguda. La escasísima cantidad de hemoglobina que existía en sus glóbulos rojos no había sido capaz de transportar el oxígeno necesario para las exi gencias vitales de su cerebro. Estas primeras y dolorosas experiencias de la vida hospitalaria me han enseñado a ser rnís cauto y previsor y a tomar medidas urgentes de actuación en casos como el de Corma. UN TETANOS QUE NOS LLENA DE ALEGRÍA junio, 1973 Benito Vegay llegó al hospital el día 10 de junio con contracturas en ambas extremidades inferiores y sensación de debilidad y amortiguamiento a nivel de mandíbula inferior. Solamente recordaba que 10 días antes se había hecho una pequeña herida en el pie. Estaba completamente lúcido. La imagen que ofrecía tenía ese no se qué de gravedad que te hace temer una próxima catgstrofe. La sombra de un tétanos nos rondaba a todos. Le aislarnos en una habitación. Colocamos una vía intravenosa y comenzamos a pasarle líquidos. También, naturalmente, una fuerte antibioterapía. De entrada y tras las pruebas de compatibilidad corres pondientes, recibió, por vía intravenosa, 80.000 unidades de antitoxi na tetánica. Casualmente disponíamos en aquel momento de unas do sis importantes de esta antitoxina. Un recién nacido había dado seña les de un tétanos de ombligo pocas semanas antes y se había conse guido en Quito 200.000 unidades que, posteriormente, no se utiliza ron, porque el niño falleció. Benito fue tratado, al mismo tiempo, con relajantes musculares y fenobarbital. Antes de una hora del ingreso habíamos debridado la herida infectada y habíamos hecho una curación enérgica de la misma Al día siguiente existía rigidez de musculatura abdominal. El diafragma y la musculatura intercostal se mantenían funcionantes, a 12

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