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El hospital que investiga 85 vestigación sobre una nueva especie de Pa- ragonimus quedó inconclusa. Cuando esta- ba a punto de retirarme, a fines de 1994, solamente pensaba que existía otra vía de investigación, en el ámbito de la biología molecular, a través de la identificación de secuencias del ADN que cumplieran carac- terísticas específicas del género Paragoni- mus, pero era un tema que desbordaba mis posibilidades reales y quedó almacenado en el mundo de mi curiosidad insatisfecha. conocidas. Me sentía feliz al constatar que una nueva especie del género Paragonimus estaba presente en nuestra Amazonía. Le llamé Paragonimus napensis , aunque esta denominación no tuviera valor científico. Sembré el parásito en algunos animales de laboratorio pero nunca pude conseguir la formación de adultos en sus pulmones ni en otros órganos. Tampoco pude encontrar animales parasitados de manera natural por este parásito y en aquella época mi in- sino al área mucocutánea de la nariz y de la región orofaringea. Patologías crónicas y destructivas que dejan malformaciones de- finitivas y que en la región reciben el nom- bre de “uta”. ¿Cómo conocer mejor esta patología tro- pical denominada Leishmaniasis? Pude establecer contactos con parasitólogos de la universidad de Tulane en los EE UU de América y programar el estudio inmuno- lógico de los casos que poseíamos. Envia- mos material a Cali, Colombia, donde un equipo científico trabajaba en ese entonces en colaboración con la universidad de Tu- lane. Pudimos comprobar que los resulta- dos inmunológicos de sueros de nuestros pacientes no nos permitían recoger infor- mación segura sobre la evolución de esta patología. Pero, por otra parte, las terapias instauradas con Glucantime y con Lampit nos permitieron obtener resultados muy satisfactorios. M ientras me entretenía en mis ratos libres en el mundo de la Parago- nimiasis , en la actividad clínica se repetían los cuadros dermatológicos con lesiones espectaculares por un pequeño parásito unicelular perteneciente al género Leishmania . Lesiones profundas y muy ca- racterísticas ofrecen una imagen tan pecu- liar que con el tiempo aprendes a diagnosti- car la enfermedad simplemente al colocarte frente al enfermo. Los habitantes de nuestra ribera llaman en su lengua a estas lesiones “millai caracha” o úlceras bravas. Comencé a coleccionar casos y a clasificarlos por di- versos tipos de características. A los años mi casuística de Leishmaniasis cutánea creció y pude comenzar a describir en algunas publi- caciones rasgos que permitían definir la en- fermedad, programar su tratamiento y pre- ver las condiciones mínimas para el éxito de la curación. Al mismo tiempo aparecieron casos mucho más graves de esta patología, que afectan no solo a territorios de la piel Leishmaniasis cutáneas y mucocutáneas Enfermedad común en la selva Leishmaniasis cu- tánea, en kichwa la llaman Millai caracha (úlcera brava).

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