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El hospital y los encuentros interculturales 75 de pensamientos, recursos y actividades de la mayoría de los habitantes indígenas de la zona de Nuevo Rocafuerte. En los años de la ausencia temporal de Manuel Amunárriz, después de 1994, cuando el hospital estaba de vez en cuando sin servicio, se notaba fuertemente la caren- cia de esta opción curativa: el campo de acción específico y apreciado del hospi- tal fue temporalmente abandonado y no pudo ser compensado por otros actores o instituciones. La percepción de la misma depende tanto de su calidad, eficacia y la satisfacción que en la práctica ofrece a las necesidades de los usuarios, como de los valores y concepciones básicos particula- res acerca de vida, enfermedad y muerte. Los pacientes indígenas no dejan de pen- sar en la chontapala cuando se acercan al médico, ni dejan de percibir las diná- micas del “samay” del paciente ingresa- do con neumonía y conectado a suero y oxígeno. El arte del médico consiste, en estas situaciones, en acercarse de verdad al paciente y sus familiares, y a sus per- cepciones y prioridades en esta situación (Kleinman/Benson 2006). Al preguntarle por las conclusiones ge- nerales que se podría sacar de sus largos años de asistencia médica y quirúrgica para poblaciones indígenas en el hospital de Nuevo Rocafuerte, Manuel Amunárriz tardó en contestar. Se demostró mesura- do en dar consejos de tipo general. Pro- bablemente, una de las razones por abs- tenerse de dar algo como una “lección” de sus experiencias para enriquecer los debates actuales acerca de la medicina intercultural fue que los puntos que iba a señalar le parecerían poco antropológi- de acción: el cirujano no tiene acceso al mundo de los supay, de los malagris y de la chonta pala. Ningún médico será capaz de explicar a sus pacientes indígenas la última razón por la cual una enfermedad apareció y tal vez amenazó la vida de un ser querido. Al mismo tiempo, ningún yachak sabe eliminar los parásitos que bloquean el tubo intestinal o drenar un absceso y prevenir una infección gene- ralizada y probablemente mortal de un paciente como Don Ignacio. Los terrenos de acción son diferentes y, por eso, no tie- ne por qué haber conflicto. Y el respecto para la libertad de decisión del paciente es una de las virtudes esenciales de la pro- fesión médica en general. Al fin y al cabo, el desafío de la inter- culturalidad en el campo de la salud se desprende del hecho de que la atención médica siempre representa una interac- ción social entre dos o más individuos, de los cuales cada uno tiene su trasfon- do cultural particular. Sin embargo, éste nunca es estable, sino cambia con el tiempo y con las experiencias ganadas o sufridas por cada individuo. Incluye conceptos acerca de salud, enfermedad y recursos terapéuticos que, de hecho, suelen ser íntimamente relacionados con la concepción peculiar del mundo y del ser humano de cada persona. Sin embar- go, fuera de contextos profesionales son inconstantes y, más allá de los valores básicos, son flexibles y solo escasamente definidos, también porque la enferme- dad y el sufrimiento implican impulsos fuertes hacía la acción y el pragmatismo para conseguir alivio. De este modo, la medicina occidental y la cirugía ya han entrado profundamente en el repertorio
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