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Curar en la selva herida 72 estabilidad por décadas, la cual es impres- cindible para crear y mantener relaciones sociales de confianza entre la población y el hospital con sus empleados. Cono- cer bien a la población y estrechar lazos con los habitantes y especialmente con los agentes de la “medicina tradicional” (por ejemplo con los yachak en el caso de los Naporuna), precisa de mucho tiempo, paciencia e interés sincero, más allá de lo exótico y del folclor. Otra ventaja que resulta del apoyo insti- tucional del Vicariato es el buen estado fí- sico y el buen equipamiento del hospital, que le concede una gran capacidad reso- lutiva. Este punto es igual de importante para pacientes y personal, para satisfacer las necesidades y prevenir frustraciones en ambos lados. Además, el Vicariato ha facilitado el vínculo institucional y sim- bólico con un gran proyecto regional de atención primaria de la salud, con médi- cos que vivían y trabajaban dentro de las comunidades de la ribera y que, como los doctores Javier Aznárez, Miguel San Sebastián e Isabel Goicoilea, dejaron constancia del compromiso de esta ins- titución con los habitantes de esta zona. Finalmente, a través del Vicariato el hos- pital ha sido y está integrado en un siste- ma mayor de comunicación, transporte y asistencia. En caso de necesidad, pacien- tes pueden ser transferidos para servicios médicos especializados del más alto nivel por ejemplo en Quito, facilitando el Vi- cariato (con ayuda de instituciones afines como las ONGs de salud regionales Sandi Yura y FUSA con sede en Coca) tanto el acceso a los centros sanitarios indicados como asistencia logística para el transpor- llegaron con diversos proyectos, ideas y estrategias en su equipaje para, temprano o tarde, irse otra vez uno de los autores de este texto incluido. Algunos regresa- ron, otros desaparecieron para siempre. Pero Manuel Amunárriz siguió en Nuevo Rocafuerte y, a excepción de varios años después de 1994, se quedó atendiendo – y últimamente también enseñando a estu- diantes y médicos rurales – en el Hospital Franklin Tello. ¿Qué significado puede tener, pues, esta experiencia muy particular del médico y además sacerdote Manuel Amunárriz para otros contextos? ¿Cuáles pueden ser las conclusiones para instituciones, por ejemplo estatales o para médicos y profe- sionales de salud seculares, que posible- mente no disponen de tanto tiempo y el mismo apoyo institucional como Manuel Amunárriz? ¿Cuáles pueden ser, final- mente, las lecciones para las reflexiones actuales acerca de la medicina intercultu- ral en el Ecuador y a nivel internacional? El primer punto que cabe mencionar se refiere a la estabilidad institucional como base fundamental para un trabajo médi- co adaptado al ambiente socio-cultural de una región como la cuenca del bajo río Napo en Ecuador. Es evidente que Manuel Amunárriz desarrolló sus activi- dades en un contexto privilegiado: tenía el apoyo institucional duradero del Vica- riato Apostólico de Aguarico, tanto para el hospital como para él. En cooperación con las instituciones públicas compe- tentes (municipales, provinciales y na- cionales), el compromiso sostenible del Vicariato con el hospital garantizó una

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