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El hospital y los encuentros interculturales 63 espalda y que éstos eran lo que le hicieron estar tan mal. Y que, además, fuesen tan fuertemente puestos que él no fuese capaz de removerlos. Como el estado de Ignacio empeoró, sus familiares decidieron ir al hospital para ver lo que podía hacer un medico. Lograron conseguir una canoa a motor y gasolina suficiente para llevarle los 120 kilómetros a Nuevo Rocafuerte. Así, Ignacio llegó al hospital muy nervio- so, diciendo que se encontraba fatal y que no sabía qué le estaba pasando. Examiné el bulto y desde mi punto de vista, tenía el aspecto de un proceso inflamatorio. También los parámetros hematológicos (con 20.000 leucocitos y una velocidad de sedimentación muy acelerada) confirma- ron sin duda alguna un cuadro infeccioso agudo según el entendimiento médico oc- cidental. Al día siguiente, la piel a nivel de la escápula izquierda se puso tensa y parecía que existía una colección liquida. Una punción permitió localizar una bol- sa de pus amarillo verdoso. Un drenaje quirúrgico en la misma región confirmó la existencia de un enorme absceso. Con este tratamiento y antibióticos, Ignacio se recuperó poco a poco. Pasando algunos días, el paciente se encontraba sin fiebre y sin pus en la cavidad drenada. Final- mente, se curó por completo. Sin embar- go, la explicación infecciosa de su enfer- medad le dejó con dudas. ¿Qué fue lo que de verdad le había ocurrido? Cuando luego conversábamos, Ignacio reflexionó que el dolor y la amenaza del yachak le hacían pensar “como pensamos siempre nosotros”, es decir, que la enfermedad surgió por la actividad de alguien que no le quería y que por eso le había metido el mal en forma de dos cachos de venado Desde el Perú Niño kichwa con una frac- tura del fémur causada por caída desde lo alto de su casa. Improvisando técnicas de tracción. en la espalda. Es la coexistencia de esos dos conceptos muy diferentes de enfermedad –lo orgánico y lo mágico, para decirlo así –, que es el continuo interrogante también para los mismos indígenas. Con eso hay que vivir aquí. Y la misma gente, a veces, rechaza a los yachak por tanto mandar maldades, les tiene desconfianza y, en ocasiones, los ma- tan de verdad. Hubo varios casos de yachak que han sido asesinados porque la gente les acusaba de mandar maldades para matar o hacer enfermar a la gente.

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