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Pudimos instalar en ella una doble lámpara cielítica de óptima iluminación traída des- de España y al poco tiempo equipábamos la sala con aire acondicionado, que nos permitiera trabajar en condiciones mejores para pacientes y profesionales. Poco tiempo después, aunque no podría fi- jar fechas exactas, volvimos nuestra mirada al pabellón que contenía la cocina y cuartos complementarios. Recuerdo que aún esta zona del Hospital conservaba su techo de hoja de palmera, la “shapaja” que ha cons- tituido el techo de las viviendas indígenas y que también cubría la vivienda de las her- manas. Con esa oportunidad construimos un ala nueva, de material parecido al resto de los pabellones del hospital, que conten- dría la cocina, el comedor y varias habita- ciones de hospedaje para los profesionales que formaban parte del equipo hospitalario. En el curso de los siguientes años se esta- bleció una cordial colaboración entre el Municipio de Aguarico y el hospital. Esto permitió que presentáramos proyectos que afectaran a infraestructura y equipamiento y que el Municipio accediera a su financia- ción. En los años 80 se concibió la prolon- gación de una parte de los pabellones pos- teriores con la finalidad de dotar al hospital de un laboratorio más amplio y construir a su lado el área de ginecoobstetricia, con dos habitaciones para pacientes y una am- plia sala de partos. Al poco tiempo volvimos nuestra mirada al área quirúrgica, tan estrecha, con una sala de apenas 3 mts de ancha y nos plan- teamos mejorarla. El nuevo proyecto ofre- cía dos salas, una prequirúrgica de 5 x 6 mts. y una sala quirúrgica de 6 x 6 mts.. La obra quedaba terminada a fines de los 80. El Hospital y sus historias 45 En la sala de espera Una mujer con su pequeña espera ser atendida. En la recepción (izq.) la hermana Laura, que registra las consultas.

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