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Curar en la selva herida 44 en el bajo vientre aumentan discretamente. Tolera la vía oral, pero algo se nos escapa en esta paciente, que no nos deja tranquilos. El día 27 por la mañana, al examinar como cada día de forma detenida a la paciente, el cuadro clínico apa- rece con toda claridad: existe una masa en fosa iliaca izquierda, tensa, dolorosa, renitente. La palidez, la si- tuación de la masa abdominal, el dolor selectivo a la presión y la gama de datos anteriores señalan hacía un embarazo tubárico izquierdo. Estamos ante un cuadro muy grave; probablemente existe ya ruptura y hemorragia: hay que intervenir de urgencia. No tenemos posibilidad ni tiempo para una evacuación a Quito: Coca, que ya está lejos, no tenía posibilidades quirúrgicas en ese entonces. ¿Cómo vamos a operar aquí, me dice la hermana? La planta de luz está dañada y el Municipio está varios días sin luz. -Tendremos que improvisar: no podemos dejar que la trompa reviente y la mujer se nos muera en hemorra- gia. Voy a hablar ahora mismo con el padre Enrique, quien tiene una pequeña planta de luz de 1,5 kw. Se- guro que él podrá hacer las conexiones para instalar- nos una luz en el quirófano. A las 3 de la tarde todo está dispuesto: habíamos lleva- do la miniplanta a las puertas del quirófano: un cordón transportaba la corriente a los dos focos de luz, cada uno de 100 vatios, situados a cada lado de la mesa quirúrgica y, como la instalación era tan improvisada, el mismo Enrique se situaba bajo la mesa del quiró- fano para mantener la instalación en condiciones de no fallar. Trasfundimos sangre a la paciente y real zamos una anestesia epidural, reforzada posteriormente con una dosis mínima de ketalar. La abertura media infraumbili- cal mostraba un peritoneo parietal tenso y azulado; exis- tía ciertamente una ruptura de la trompa. Cuando abri- mos nos encontramos con una gran cantidad de sangre oscura en la cavidad, zona sangrante actual en una parte de la trompa, que estaba fuertemente desgarrada y que había hecho adherencias a la pared abdominal y a algunas asas intestinales. Mientras debridábamos y ligábamos los vasos, y posteriormente extirpábamos toda la trompa, el padre Enrique asomaba desde la par- te inferior de la mesa y preguntaba asustado: -¿Vivirá? -Pues sí. La paciente se mantenía con sus constantes vitales perfectas y su respiración, tensión arterial y ritmo car- diaco eran sumamente aceptables. Cuando cerramos me parecía imposible que con dos focos de 100w hubiéramos podido realizar una inter- vención de esa categoría sin complicaciones y hasta con una cierta facilidad. La paciente se recuperó bien y pocos días después sa- lía de hospital sin saber a ciencia cierta las peripecias de su intervención quirúrgica, poco mejor que si la hu- biéramos realizado a la luz de las candelas”. La aventura de curar en la selva, Amunárriz, M. Ci- came, p. 64-65

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