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todo? Recuerdo algunos implementos que traté de adquirir para no encontrar- me del todo desguarnecido. Un equipo de anestesia de campaña, que usaba en aquel entonces el ejército inglés en algu- nas de sus colonias, un Ambú, un equipo básico de instrumental quirúrgico y otras cosas más que ahora no recuerdo. Pero mi admiración al entrar en ese pequeño hos- pital sobrepasó cualquier expectativa: el laboratorio disponía de un buen micros- copio; las estanterías estaban llenas de docenas y docenas de reactivos, muchos de ellos de las mejores marcas, que me permitirían durante muchos años fabri- car personalmente los colorantes usados para los exámenes microscópicos usuales. El hospital tenía su equipo de rayos X, un precioso SIEMENS, que permitía realizar placas radiográficas y fluoroscopía. El pe- queño quirófano disponía de mesa qui- rúrgica, oxígeno y un elemental aparato de anestesia. Todo ocupaba espacios re- ducidos, pero su grado de funcionalidad era llamativo. En los años 1965-68 la Prefectura Apos- tólica de Aguarico decidió ampliar la in- fraestructura física del Hospital. Se reali- zaron planos para un Hospital de mayor capacidad y algunos estudios arquitectó- nicos ofrecían la imagen de un Centro de Salud de gran envergadura, muy por enci- ma de la realidad humana y geográfica que pretendía cubrir. Al final, en el curso del año 1968, se inició una obra más discre- ta, pero suficiente, que permitiera albergar todo lo que un pequeño Hospital debiera tener para unos servicios eficientes en el área de la salud. Ese nuevo Hospital con doble línea de edificios albergaría un área Ecuador y las autoridades existentes en la época agradecieron su visita denominan- do al centro de Salud que existía con su nombre: en adelante Nuevo Rocafuerte llamaría a su Centro de salud “Hospital Franklin Tello”. Mil dificultades existían para poder dotar a este Hospital de profesionales médicos y enfermeras bien preparadas; la adminis- tración del mismo conllevaba al mismo tiempo sinsabores casi cotidianos, dada la escasez de recursos. Apenas cumplía los servicios mínimos y el Municipio de Aguarico se planteó la conveniencia de solicitar a la Prefectura Apostólica de Aguarico, en aquel entonces bajo la au- toridad de Mons. Alejandro Labaka, la administración y organización del Hospi- tal. Esto ocurría en el curso del año 1965. Poco tiempo después aparecían para asu- mir la dirección y organización del Cen- tro de Salud tres enfermeras españolas, pertenecientes a una Institución Misio- nera Seglar, denominada Acción Misio- nera Franciscana (AMF), que darían un decidido impulso a la obra y convertirían el pequeño local, casi en ruinas, en una estructura funcional, limpia, cuidada en su más pequeños detalles, y extraordina- riamente bien equipada. Esta fue una muy agradable sorpresa a mi llegada. Recuerdo algunos detalles que ocuparon mi atención en el tiempo previo a mi llegada al Ecuador. ¿Cómo sería aquel pequeño hospital, en plena selva, tan distante de todo centro urbano, carente de todo?, me preguntaba. ¿Cómo ejercer la medicina y resolver los proble- mas médico quirúrgicos, si se carecía de Curar en la selva herida 42

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