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Curar en la selva herida 32 “Amarro el deslizador a un tronco que emerge del agua, y me quedo contemplando la selva, donde destacan dos árboles de tangarana estallados en racimos de flores de color blanco, rosa y rojo, de una belleza indescriptible. La paz es unánime. En la margen derecha, sobre un grueso tronco, hundido parcialmente en el agua, se asienta un buen número de mariposas amarillas y negras, sin mucha gracia, señal de que alguna tortuga ha tomado el sol en ese lugar, dejando sus orines salados. Una garceta me mira asustada y se hunde en el agua. Durante la media hora siguiente divago relajado con mis pensamientos. Algún día, esta selva acabará destrozada, del mismo modo que día a día se talan miles de hectáreas de bosque en toda la Amazonía. Las peores noticias llegan de Brasil, pero solo es cuestión de tiempo. Según cuentan los ancianos, hace cincuenta años, los dueños de los ríos eran los caimanes y las anacondas; la selva estaba poblada por miles de monos de todas las especies, el bosque mantenía miles de puercos salvajes que vagaban en manadas, moviéndose en busca de las distintas semillas. Había cientos de jaguares y dantas, ocelotes y venados…Pero aquí estoy yo, oyendo el rumor del aire y del agua, solo, en medio de este cuadro encantador y efímero, después de haber roto su magia con el ruido del motor de mi lancha”. Saber estar, Santos Ortiz de Villalba, J. FAL/Cicame, p. 515 Las comunas junto al río Napo En los años setenta, y luego de los procesos de liberación, los indígenas se organizaron en comunas.

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