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Curar en la selva herida 30 Una última herida infringida a esta selva virgen surge de la e xplotación indiscri- minada de maderas nobles . Siempre el habitante nativo ha sabido acudir a su entorno selvático para resolver sus pro- blemas de supervivencia: la selva es su hábitat y la fuente en donde encuentra sus recursos de vida. Sus casas están he- chas de material de selva: la “wambula” eleva sus viviendas del suelo húmedo, la “chonta” sirve de piso a sus casas; la “wadua” separa sus habitaciones, la hoja de “shapaja” permite proteger sus techos de la lluvia y del sol. Sus canoas se cons- truyen de árboles sabiamente seleccio- nados. Pero todo se usa con medida y durante mil generaciones lo extraído es sustituido por la misma naturaleza. En estos últimos tiempos amplias zonas de nuestro nororiente ecuatoriano han sido invadidas por el sonido inconfundible de las motosierras y todo árbol noble de ce- dro, caoba, laurel y algunos más ha sido convertido en tablones, trasportados con gran esfuerzo desde las pequeñas quebradas hasta los ríos navegables y, desde allí, hasta terminales de carretera, para ser evacuados en grandes camio- nes hacia “la civilización”. Ninguna au- toridad, policial o militar, ha sido capaz de realizar un verdadero control de esta explotación ilegal que, por otra parte, ha entrado en territorios ancestrales de los grupos indígenas más aislados, waorani, tagaeri y taromenani, creando violencia y destrucción. He aquí un testimonio de un indígena waorani, Penti, que ilumina, y al mismo tiempo muestra, la complejidad del pro- blema que ha creado la explotación ilegal de la madera: “Una corte de justicia de Estados Unidos EEUU falló este martes en contra de la transnacio- nal petrolera Chevron - Texaco, que solicitaba a la justicia norteamericana un posible pago de indemnización, producto de un juicio por daño ambiental que se le sigue en Ecuador. Unos tres mil ecuatorianos, entre indígenas y colonos de la Amazonía, demandan a la pe- trolera por los daños ambientales causados en esa región durante el período en el que extrajo crudo de Ecuador, entre 1965 y 1992. Este juicio evidencia el sufrimiento que vienen soportando miles de indígenas por culpa de la petrolera, acusada de haber vertido cerca de 18 mil millones de galones de residuos petroleros y productos químicos veneno- sos en los ríos que alimentan al Amazonas. Manuel Chiluisa, un poblador am zónico afectado por Texaco, explicó que “la flora y la fauna se ha acabado de perder, está destro- zado, el bosque ya no es natural como antes, ahora se ha destrozado, por eso queremos recompensa, que la Texaco recompense al pueblo que está destrozado…” Ecuador es reconocido por expertos como el sitio en don- de se registra el mayor desastre petrolero del mundo. Chevron-Texaco debería pagar en- tre 8 y 16 mil millones de dólares (USD) por daños ambientales.”. Telesur, 09/10/2008
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