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Una selva viva y habitada 29 puramente comercial, que invadió amplios territorios de lo que hoy son los cantones de Shushufindi y Francisco de Orellana. Me refiero a las grandes plantaciones de palma africana . Ya no son chacras familiares, sino enormes espacios donde el único cultivo es la palma, que dejará con el tiempo una tierra poco menos que desértica para cual- quier reforestación. Y posteriormente, a la hora de su explotación comercial, el empleo de sustancias químicas de gran toxicidad en la elaboración de productos extractivos de la palma africana va a incidir de forma destructiva en la red de pequeñas quebradas sobre una fauna fluvial que es uno de los te- soros específicos de nuestra Amazonía. “En la región amazónica, las plantaciones de palma se instalaron a fines de los años 70. Dos de las empresas más grandes en este momento, Palmeras de Ecuador y Palmorien- te, se instalaron en el cantón Shushufindi (pro- vincia de Sucumbios) y en el cantón Orellana (provincia de Orellana) respectivamente don- de se les otorgó concesiones de 10.000 has, de selva virgen a cada una de las empresas. La palma africana es un monocultivo y por tanto muy susceptible a plagas y enfermeda- des. El uso de gran cantidad de pesticidas es habitual con un riesgo potencial para la salud. El trabajo en el campo es físicamente duro y existen riesgos de accidentes como, por ejemplo, cortes de machete. La extracción de aceite implica también la exposición a calor, ruido y maquinaria pesada. Apenas existen estudios de salud ocupacional en plantacio- nes de palma africana”. Sachapi tapusa, San Sebastian M., Cicame, 194-5 . Mientras la palma realizaba su acción no- civa, entraba en funciones la explotación petrolera con su enorme agresividad. Esa zona virgen se sembró a lo largo y ancho de su territorio de torres de perforación y posteriormente de instalaciones extractivas de ese oro negro, imprescindible en nuestro mundo industrializado, pero que mancha, intoxica y reduce a muerte biológica todo lo que toca. Basta ver los mapas que frag- mentan la selva para demarcar los territo- rios de explotación de diferentes compañías petroleras y comprobaremos que ya no hay espacios sin explotación actual o en un fu- turo próximo. Al paso de los años la selva es atravesada por tuberías de conducción petrolera; las viviendas se levantan en ocasiones entre esta red extracti- va; las quebradas, muchas de ellas, ofrecen una capa espesa de betún oscuro donde quedan encolados algunos de sus peces mientras otros desaparecen definitivamente. Existen zonas en que se construyeron piscinas de recolección de residuos de la explotación petrolera, con tec- nología tan deficitaria, que al paso del tiempo su contenido se filtró a la selva circundante. Algunas de estas zonas fluviales contaminadas se encuentran próximas a comunidades indí- genas y existen datos que aseguran afectaciones muy importantes de la salud. Un ejemplo de la problemática que surge en la explotación petrolera en nuestra Amazo- nía ecuatoriana quedó plasmada en el juicio a la compañía Chevron-Texaco por los aten- tados realizados al medio ambiente durante sus años de trabajo extractivo en el Ecuador. Por encima de intereses por una y otra parte, a pesar de que no es todo exactitud y preci- sión en lo que se afirma, nadie puede ocultar la existencia de graves daños a la naturaleza que comporta la extracción petrolera.

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