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Una selva viva y habitada 27 tomiasis crónica. Pocos años después la isla fue barrida en su totalidad por el impulso de las crecidas del río. Así se mantuvo du- rante años, abierta su desembocadura y vi- sible desde la otra orilla. Hace pocos años, de nuevo, las corrientes de río comenzaron a depositar una enorme playa y pocos meses después comenzaba a crecer sobre ella una selva joven. En la actualidad existe de nuevo la antigua isla, aunque su fisonomía es com- pletamente diferente. Así son los cambios biológicos de esta selva virgen, siempre an- tigua y siempre nueva. Miremos esa gran parcela de la Amazonía ecuatoriana, la que corresponde al nororiente, a las actuales provincias orientales de Sucum- bios y Orellana. También aquí los cambios biológicos se dan. Pero la mano del hombre, a la búsqueda de beneficios inmediatos, igno- rando que la Amazonía es un tesoro frágil y precioso, ha introducido su acción destructi- va, ha herido gravemente el sosiego, la paz y la armonía de esta maravillosa realidad. Una selva herida E sta maravillosa selva virgen, a través del tiempo, está sufriendo un proce- so biológico de transformación: los factores climáticos, los procesos erosivos, la vida de su propia fauna, la actividad co- tidiana de sus habitantes nativos son facto- res que intervienen en su misterioso y casi imperceptible cambio. La selva parece la misma de siempre, pero en realidad cada día cambia. A la larga, sus ríos crean lechos diferentes, los márgenes son erosionados y allí donde vivieron algunas familias éstas tuvieron que establecerse en otro lugar. Co- nocí una hermosa isla que se situaba enfren- te de la bocana del río Tiputini, donde vivía uno de esos sabios indígenas, un “yachak” de notable sabiduría y bondad exquisita, Domingo Tapuy, cuya esposa Corina falleció en nuestro Hospital, a los pocos meses de mi llegada, por una anemia severa causada por una parasitosis intestinal, una anquilos- Las huellas del oro negro se dejan ver en la amazonía. La sangre negra de la tierra que ha brotado sin pie- dad dañando un frágil tesoro.