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también de experiencia humana. Bien lo explica Manuel Amunárriz en las páginas de su texto en cuyas páginas finales me he entrometido para contar, desde fuera, y desde las voces de quienes se han senti- do acogidos y tratados en esa selva herida, lo que han sido los cuarenta años de pre- sencia misionera del padre doctor, de sus aventuras de curar en la selva y de quienes tienen ese don. Hospitalidad, amor o afecto a los extraños. Tal vez es la mejor palabra para definir lo que se hace en un hospital selvático como este, un lugar de fronteras en medio de la nada. En latín hospitare , significa “reci- bir como invitado”. Un anfitrión que da la bienvenida y responde a las necesidades de las personas que se encuentran tempo- ralmente ausentes de sus hogares. En este caso, hospitalidad para con los naporunas y esas gentes que tantos ignoran y que son los dueños y habitantes de esas tierras sel- váticas, pobladas de algo más que verde y paradisíaco paisaje, con sus dolencias, sus males, con sus alegrías y sus tristezas. la tecnología, impulsar al equipo médico y echar a andar temas de investigación sobre patologías propias del lugar. La hermana Laura Fernández, otra insti- tución del Franklin Tello, está atenta a las consultas, los expedientes e historias clíni- cas de cada uno de los pacientes y hasta para los consejos a quienes llegan ahí con males que no son solo del cuerpo, sino propios de la vida. A ella, su estancia en Nuevo Roca- fuerte le convirtió, a fuerza, en enfermera y segunda cirujana del padre Manuel, alguna vez, hasta le tocó ayudar a un doctor rural a operar de emergencia, solo con la expe- riencia de haber visto cómo es que el padre Manuel Amunárriz hacía esa tarea. En el Franklin Tello hay un equipo que tiene dones varios, unas vidas entregadas al servicio de los demás, y un ejemplo que queda como legado para el futuro. Quienes tomen ese testigo, esa posta, tendrán como referencia ese hospital que sana, que nave- ga, que investiga porque es un laboratorio vivo, un centro de estudios de cátedra y Curar en la selva herida 16 Milagros Aguirre Andrade Fundación Alejandro Labaka