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Curar en la selva herida 172 Paisaje exótico y calor humano Luego de un extenuante viaje que contrasta- ba con la vivencia de un emocionante paisa- je que reflejaba la presencia de la mano de Dios en esos rincones del país, atravesando un río de majestuoso aspecto que iba hirien- do cada curva del espesor de la selva. Me mantuve durante horas maravillada frente a la hermosa variedad de la flora y de la fauna. Reflexionaba, en mi interior, sobre cual iba a ser mi actividad como médico en formación, lejos de mi lugar de residencia. Al inicio sentía temor de mi poca esperiencia profesional. Esta era mi primera actividad dentro del programa del internado rotativo, pero al sentir el abrigo del personal adminis- trativo y de la salud que laboran en esa insti- tución, y la convicción que como ser humano, y como futuro médico, podía cristalizar mis conocimientos en bien de una comunidad que necesitaba de mis servicios, poco a poco se reafirmó la entereza física y espiritual de que iba a lograr mi cometido. Así como hubo momentos difíciles al compro- bar la limitación que el médico tiene sobre la vida de los pacientes, hubo también tiempo para sentir alegría cuando los resultados mé- dicos fueron favorables. El hermoso paisaje no fue el único bálsamo que aplacó algún sentimiento de tristeza, también lo fue el calor de la gente y sus viven- cias, así como la agradable relación con cada una de las personas que realizan día a día su loable labor en el hospital. Por todo lo anterior es que invito a las próxi- mas generaciones de médicos en formación para que acudan con el mejor ánimo a cum- plir con este acto de solidaridad humana. Allí serán probados no solo los conocimientos adquiridos en el aula, sino que serán cimenta- das las actitudes del futuro médico como un actor listo para enfrentarse con las distintas actividades del medio que lo rodea. Dra. Diana Samaniego
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