BCCAP000000000000025ELEC

mana en semana suben del Perú a hacerse chequear, ya sea para recibir las dosis de las vacunas de rigor o alguna medicina que ya se ha terminado y también para visitar al odontólogo, que tiene muchos pacientes, sobre todo niños, haciendo cola para que los atienda en la flamante silla “mágica”. Mariuxi Vera, que es quien maneja la far- macia, habla de esas “temporadas bajas” y “temporadas altas”, cuando sobran me- dicinas y hay que devolverlas antes de su fecha de expiración porque son pocas las personas que han acudido, y de esas tem- poradas en donde se agotan todas las re- servas de píldoras para controlar la presión arterial, paracetamol o antibióticos cuando la enfermedad aparece como traída por la fuerza de los vientos amazónicos. Ella ha- bla de la dificultad de que la gente siga al pie de la letra las recetas… “muchos olvi- dan su medicación, no la quieren tomar en los horarios establecidos, los más veteranos hasta pelean con uno… ¡cómo me voy a despertar a la media noche para tomarme una pastilla!, me dicen algunos pacientes”. Dicen que a cada uno su don particular. El padre-doctor, Manuel Amunárriz, tie- ne el suyo. Algunos hasta le dicen por ahí “la mano de Dios”, por eso de curar al en- fermo o de que no hace doler a la hora de poner una inyección. Lo cierto es que él, ni bien llega al hospital, a las ocho en punto de la mañana, luego de las oraciones con sus hermanos y del desayuno, se coloca su uniforme impoluto de médico -traje blan- co o verde, zapatos blancos- y se dedica por entero al trabajo del hospital para atender pacientes, resolver los problemas diarios que allí son más difíciles de resolver que en cualquier parte, poner al hospital al día en orgullo… “Tenemos un hospital de lujo, un hospital con buena fama, una buena aten- ción, hasta del Perú viene gente y dicen que hasta que hay gente del extranjero que sabe de él… tal vez por eso se conoce a este pueblo”, atribuyéndole al Franklin Tello el sello de identidad de Nuevo Rocafuerte. José Fidel Cuenca, por su parte, sentencia que “gracias a Dios, a la voluntad de las hermanas que están al servicio del hospital y a las gestiones del padre-doctor, estamos bien atendidos, nosotros, en el pueblo y las comunidades kichwas de la ribera”. La verdad es que el día a día en el hospital Franklin Tello puede ser largo y calmado como las aguas del río, como puede ser de vértigo cuando hay una emergencia… a más de los partos normales o de las ce- sáreas, los paludismos y las fiebres, las pi- caduras de conga o de una serpiente X, el quemado por un rayo atribuido a los es- píritus de la naturaleza o el ojo reventado de una mujer por la paliza que le ha dado el marido en una de aquellas borracheras en donde hay quienes pierden los estribos, además de las herpes o venadupaju o chon- tarukupaju, que según los nativos se curan con las pastillas del doctor, pero también con las hierbas del curandero o yachak al que acuden cuando creen que su mal, paju, es producto de las virutas mágicas del sha- mán o cuando alguien ha “robado los pi- sadas” para hacer un mal que solo se cura pagando fuertes sumas de dinero, en una extorsión que tiene que ver con esa manera distinta de ver el mundo, con cierta inge- nuidad y con la sicología y la sugestión. Pacientes hay todos los días, ya sea para consultas de rutina, ya sea porque de se- Presentación 15

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz