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UN HOSPITAL QUE ENSEÑA 163 ellas intensamente parasitadas, donde se veían histiocitos llenos de parásitos colorea- dos con Giemsa. Nunca, me decían, habían visto parasitaciones tan intensas y placas de aquella calidad. La felicidad fue plena cuan- do pude regalarles algunas de ellas para que pudieran enriquecer su colección. Recuerdo también otra visita muy especial. Se trataba de un guardia de seguridad fran- cés que vivía y trabajaba en Paris. Cada cier- to tiempo era capaz de reunir unos fondos económicos suficientes para interrumpir su monótono trabajo y realizar durante largas temporadas la pasión de su vida. Viajaba a la Amazonía, unas veces a un país y otras a otro, pero siempre a la selva amazónica. Pero no era para viajar sin más, sino para recoger material y estudiar fauna que pudie- ra considerarse agresiva para los habitantes de la región. En uno de esos viajes había sur- cado el río Amazonas desde el Brasil, atrave- sado una amplia parte de sus aguas perua- nas y se había introducido por el Napo. Un día apareció en nuestro hospital de Nuevo Rocafuerte. Llevaba en su mochila unos pe- queños frascos con formol al 10% y en su interior unos pececillos de los que estaba especialmente orgulloso. Su historia era fas- cinante, me decía. Penetraban en ocasiones por los orificios naturales del ser humano, uretra, ano o vulva, y creaban situaciones de verdadera emergencia médica. Pertenecían al género Vandelia . Entonces le mostré mis ejemplares de Vandelia wieneri y le conté mis experiencias con estos pececillos entro- metidos que en el lenguaje no científico se llaman “caneros”. También fue una sorpresa y una confirmación de sus conocimientos y pudo copiar algunas páginas que yo había escrito sobre el tema. Mantenía el proyecto días entre nosotros y que trataron de recoger información sobre las actividades del hospi- tal. El español no era ciertamente su lengua nativa y en ocasiones llegaban a entender de manera inadecuada sus lecturas de informes hospitalarios. Varios meses después me en- viaban una revista sueca, con un pequeño reportaje de su estancia en Nuevo Rocafuer- te. El reportaje estaba escrito en sueco y me adjuntaban en hoja aparte su traducción. Me quede sorprendido al constatar que habían atribuido a la actividad del hospital en aquel año un número crecidito de abortos progra- mados en su actividad de planificación fami- liar. –“¡Qué barbaridad! Realmente no ha- bían entendido nada. Los legrados realizados por abortos incompletos con restos placen- tarios habían sido confundidos con activida- des abortivas en un Hospital de la Iglesia!” Recuerdo también la visita de un grupo de especialistas en parasitología y medicina tropical que procedían de Iquitos, donde realizaban tareas de investigación en pa- rasitología y, concretamente, en Leishma- niasis. Habían llegado hasta Pantoja, lími- te fronterizo, pero habían querido visitar nuestro hospital que era valorado por los habitantes del alto Napo peruano. Visita- ron sus dependencias y se entretuvieron en nuestro pequeño laboratorio. Hablamos de algunas patologías mientras veían ejempla- res de parásitos que conservaba en frascos con formol. Charlamos concretamente de la casuística de Leishmaniasis existentes en el Napo. Tenían en su laboratorio algunas placas con extensiones de lesiones leish- maniasicas y describían pequeños grupos de Leishmanias que habían comprobado visualmente en algunas de estas prepara- ciones. Les mostré placas mías, algunas de

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