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153 pado a la muerte en esas circunstancias? Se le notaba su orgullo de que Dios acompaña de forma extraordinaria la vida en nuestra sel- va amazónica. María Rocío se recuperó de forma especta- cular. Trece días después tuve la satisfac- ción de poderla llevar personalmente en el deslizador hasta Angoteros y entregarla a la comunidad. ¡No es el único caso, pero en éste hay que estar ciego para no ver una mano providen- te que nos acompaña!” (La aventura de curar, 48-49) rófano y preguntó: - ¿Vive, aún? - Sí, pero apenas. Su respiración era irregular, con intervalos de apnea; existían abundantes secreciones bron- quiales, como si estuviera haciendo un edema agudo de pulmón: realmente parecía muerta y tenía la tentación de ceder y cerrar. Pero las hermanas pensaban que, mientras existiera un aliento de vida, teníamos que continuar y así realizamos la última etapa de esa difícil resec- ción uterina. Cuando cerré el abdomen la mujer seguía chocada y su respiración no había mejorado. Recuerdo que tomé la mascarilla y comencé a insuflar oxígeno y a aspirar secreciones bron- quiales cada poco tiempo. La enferma conti- nuaba sin querer morir. Un cuarto de hora después se notó una ligera me- joría; la respiración se hizo más constante; las se- creciones bronquiales disminuyeron y la tensión arterial comenzó a subir; primero a una máxima de 7 cm; después, a 9. Una hora después la pa- ciente respiraba bien, su tensión era casi normal y comenzamos a pensar que, milagrosamente, iba a ocupar un puesto entre los vivos. El padre Juan Marcos regresó al día siguiente con su motorista. Se le veía feliz y un tanto incrédulo. ¿Cómo era posible que esa mujer hubiera esca- Con los wao- rani Las visitas médicas al grupo waorani de Dikaro eran frecuentes. Hoy los atiende el dispensario de la compañía. Un hospital de frontera
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