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151 recordando un periodo de tiempo, de más de cinco años, entre 1988 y 1992, doloroso para la población civil, pero especialmente para la población militar peruana, donde los conscriptos peruanos, que formaban parte del Comando Militar Peruano de Pantoja, apenas recibían víveres para su subsistencia. Grupos de jóvenes llegaban al hospital, en franca desnutrición, casi desfa- llecidos y nuestra labor asistencial se orien- taba a la aportación de medidas de higiene y alimentación. Dentro del área del Distrito Torres Causa- na existe una comunidad que yo visité en varias ocasiones, donde vivía el sacerdote franciscano Juan Marcos Mercier, cana- diense de origen, totalmente incorporado al mundo kichwa, que había adoptado el apellido Coquinche. Con él compartíamos casi a diario, a través de unas pequeñas emisoras que a nosotros nos servían para comunicarnos entre las diferentes casas existentes en nuestra región amazónica y que, en la situación concreta de Nuevo Rocafuerte, nos daba la posibilidad, entre Nuevo Rocafuerte y Angoteros, de conver- sar y comunicarnos necesidades que sur- gían en nuestras respectivas comunidades. Frecuentemente este medio servía para pequeñas consultas médicas y en ocasio- nes para avisarme de la existencia de una emergencia que requería el traslado urgen- te del paciente a nuestro hospital. Angote- ros ha ofrecido al hospital algunas de las situaciones más dramáticas que han puesto a prueba nuestros nervios y nuestra capa- cidad de riesgo en las decisiones a tomar. Ya he descrito alguna de ellas, pero no me resisto a narrar aquí una de especial grave- dad, que ocurría en agosto de 1981. Por otra parte, la situación asistencial en el área de la salud muestra especiales dificul- tades para los peruanos que habitan cerca de nuestra común frontera. La población más cercana a la frontera, Pantoja, con sus 300 habitantes, cuenta con un Subcentro de salud, carente de profesionales médicos durante largas temporadas y siempre limi- tados en equipamiento médico y en medi- cación. A lo largo de la ribera peruana, en el Distrito Torres Causana, que correspon- dería a nuestro cantón Aguarico, con una población de apenas 4000 habitantes, dis- persos a lo largo de cerca de 200 km de río Napo, solamente encontramos unos pocos puestos de salud, atendidos por Promoto- res de Salud, con poca capacidad resoluti- va. Hay que viajar más de 500km río abajo, hasta la población de Santa Clotilde, para encontrar un Hospital con capacidad reso- lutiva y posibilidades de abordar patologías que exijan hospitalización y cirugías bási- cas. Cuando la situación del paciente supe- ra sus capacidades resolutivas, es necesario viajar 300 km más para llegar a Iquitos e internar al paciente en el Hospital Regional o en algunas clínicas existentes en la pobla- ción. Torres Causana y sus habitantes han considerado siempre al Hospital Franklin Tello como su hospital y nosotros hemos recibido a estos pacientes peruanos como pacientes normales de nuestro ámbito de influencia. La afluencia de pacientes peruanos se ha mantenido constante a lo largo de todo el dilatado periodo de tiempo de 40 años, aunque es verdad que en algunas épocas la intensidad ha sido mayor, y ésta ha es- tado relacionada con épocas de especiales carencias en el alto Napo peruano. Estoy Un hospital de frontera

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