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Presentación 13 alumbran las noches oscuras. Sus habitan- tes suelen ser ignorados, como si la inmen- sidad del verde, los coloridos atardeceres o las esponjadas nubes lo fueran todo. Ahí, justamente donde abunda la vida, el ser humano parece no importarle a nadie, salvo a unos pocos, que, casi en épica ta- rea, deciden entregar su vida para dar una mano a los demás. Ahí, donde abunda la vida, pareciera ignorarse el dolor, el grito de la madre parturienta, el llanto del niño mordido por la serpiente, los escalofríos y delirios de las fiebres del paludismo, el dolor de los huesos afectados por la hu- medad. Hombres y mujeres, niños y niñas, del pueblo y de las comunas de la ribera del Napo, de los que vienen aguas abajo y de los que llegan de aguas arriba, tienen, N uevo Rocafuerte debe ser uno de esos lugares más calmados del mundo. El pueblo está en una de las orillas del río Napo, ese río grande que parece siempre quieto, salvo cuando se deja ver la espuma que anuncia su crecida o cuando se escucha, desde lejos, el anuncio de la lluvia que suele llegar como un grito profundo desde la garganta de la naturaleza. Aguas arriba Ecuador. Aguas abajo, Perú. Frontera en medio de la nada, la última esquina del país en el mapa, uno de esos rincones olvidados, no de la mano de Dios, pero sí de la mano del hombre. En el imaginario colectivo, en esas lejanías no hay nadie salvo el verde, el canto de sapos y chicharras, las mariposas y el titi- lar de las estrellas y de las luciérnagas que Una lección de hospitalidad

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