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139 la región y otro, en la segunda mitad, con un máximo en el mes de diciembre, preci- samente en la época típica del verano ama- zónico, tiempo de sequía de la región. Los gráficos de Javier y míos, que se podían montar uno sobre el otro, recordaban la silueta de un camello de doble joroba. Cu- riosamente sus diagnósticos habían sido clínicos; los míos, parasitológicos. Unos y otros llevaban a las mismas conclusiones. En diciembre del 84 llegó al hospital un paciente palúdico especialmente afectado. Cuando examinamos su gota gruesa apare- cieron formas gametocíticas en la clásica figura de banano. Era la comprobación del primer caso de paludismo por P. falciparum que yo veía. En enero llegaron al hospital 17 casos y, en febrero, 31. Ninguno fue mortal y, dato sobresaliente, tuve más pro- blemas por casos complicados en mi ca- suística con P. vivax que con P. falciparum. Desde diciembre ya estábamos verdade- ramente alarmados sobre cómo íbamos a abordar el problema terapéutico de este importante brote que había dado, para una población de escasos 4000 habitantes, meses como el de mayo con 160 casos en la estadística de Javier y 100 en mi la- boratorio del hospital y, en diciembre, las cifras habían subido a 179 en el área con- trolada por el Dr. Aznárez, mientras que en la mía ofrecía 80 casos comprobados en el laboratorio. Era evidente que el SNEM no “A fines del 83 tuve una reunión con el Dr. Ja- vier Aznárez. Javier es un joven sacerdote mé- dico que, junto a José Luis Palacio, sacerdote y antropólogo, trabajaba en la parte alta del can- tón Aguarico, desde Pañacocha hasta Puerto Quinche. Su íntimo contacto con las comuni- dades kichwas de la zona le había permitido una gran información en los temas de salud y sus visitas periódicas a cada comunidad, en las que atendía los diversos aspectos sanitarios, le daba capacidad operativa para programas en perspectiva. En aquella reunión tocamos el temadel pa- ludismo y convinimos en realizar un estudio de la distribución geográfica y etaria de la enfermedad. Señalamos los criterios de trata- miento y comenzamos a interesar a represen- tantes de cada comunidad, para que pudieran hacerse cargo de un programa de tratamien- tos si, como se veía venir, el SNEM dejaba de asumir su responsabilidad en el control de la enfermedad. A fines del 84 habíamos clarificado algunos aspectos importantes referentes al tema del paludismo. Tanto Javier como yo realizamos un estudio graficado de la casuística palúdica. Los resultados fueron muy significativos. Tanto en la experiencia de Javier como en la mía el paludismo había recorrido en el año 84 reali- zando dos brotes bien delimitados: uno, que correspondía a la primera mitad del año, con una punta importante en el mes de mayo y que adaptaba su intensidad a la época de lluvias de Un hospitalque navega por los ríos amazónicos

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