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Curar en la selva herida 12 agradecimiento al amigo de estos últimos años, por el privilegio que me ha concedi- do y por la emoción que me ha deparado. Mi impresión es que para escribir un libro sobre cualquier aspecto de la Medicina, se debería exigir al autor madurez cien- tífica, por una parte, y conocimientos pro- pios sobre la materia, por otra. Estas dos condiciones se cumplen perfectamente en el doctor Amunárriz, que después de formarse como médico en Navarra, ha trabajado en el Hospital Franklin Tello de Nuevo Rocafuerte durante 40 largos años. Si bien el libro está dividido en 9 capítulos, todo su contenido es un testimonio del autor sobre el día a día del Hospital Franklin Tello. Uno de los aspectos más relevantes de esta obra es que aborda los problemas de salud no solo desde la perspectiva de la medici- na convencional (“oficial”), sino también desde la cosmovisión de la cultura indí- gena, lo que constituye un verdadero reto pues, para hacerlo se requiere no solo de conocimientos, sino ante todo de altas do- sis de equidad y apertura de ideas: Manuel Amunárriz deja de lado la impecable bata blanca del científico y se coloca la casulla del hombre sabio para articular desde el respeto dos concepciones antagónicas: la medicina “científica” y la medicina tra- dicional. Y que conste que hablo de “arti- culación” de saberes y no de “integración” para ese acercamiento, pues ya sabemos lo que ocurre cuando los pensamientos do- minantes intentan “integrar” algo. La concepción de Medicina Intercultural (tema pendiente en las escuelas de Me- dicina de nuestro subcontinente), es una forma de tender puentes para paliar el desencuentro entre estas dos formas de interpretar el proceso salud-enfermedad. Si bien es cierto, desde la óptica de la ciencia, uno de los aspectos más complicados para avalar a la medicina tradicional es la ausen- cia de experimentación, no es menos cierto que la carencia de una base científica no sig- nifica de ninguna manera que “no funcione”. De ahí que, aunque el desencuentro actual sigue siendo importante, deberíamos ini- ciar un esfuerzo de aproximación desde la medicina convencional para recuperar el valor de una atención integral y persona- lizada del paciente, aceptando el principio de la complementariedad cuando sea posi- ble. En esa línea está escrito este libro que en conjunto ofrece una visión integral de lo que debería ser el ejercicio de la medici- na. Con todo este bagaje, no es de extrañar que haya salido una obra testimonial estu- penda de lo que bien podríamos llamar la “Medicina basada en la persona”. El libro está ahí, cada cual que lo juzgue. No me cabe duda de que sin dilación en- trará a formar parte imprescindible de la bibliografía sobre medicina y humanismo. Ricardo Hidalgo Ottolenghi Decano de la Facultad de Medicina UTE Quito, verano de 2011.

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