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Curar en la selva herida 134 posible, en el mismo domicilio, realizando al mismo tiempo una labor educativa que oriente a los miembros de las comunida- des sobre enfoques acertados ante diversas patologías frecuentes en el lugar. Existe, por tanto, una tarea que desde el principio nos pareció importante y que ha guiado las orientaciones básicas del Hospital Franklin Tello. Pero esta tarea, para que sea real y eficaz, debe realizarse desde la sencillez y la cercanía, sin demasiado boato y estructu- ras complicadas que la hagan fracasar. En los primeros años, el equipo hospitala- rio era muy reducido: me encontraba solo como médico y me acompañaban dos her- manas con experiencia en enfermería. Una parte importante de nuestro tiempo era dedicado a la atención en consulta exter- na y en hospitalización. Nosotros mismos realizábamos las tareas de laboratorio bási- co, radiología, cirugía, mientras hacíamos guardias cuando los casos hospitalizados lo requerían. Nos faltaban horas para muchos proyectos que bullían en nuestras cabezas. trola la participación en sus reuniones de todos sus miembros, en ocasiones a través de multas que compensan sus ausencias. Un factor crucial que afecta al tema de la salud en esta selva amazónica es el tema de las distancias y las dificultades para los traslados rápidos. Eso provoca problemas que cualquier programa de salud debe te- ner muy en cuenta. En el tiempo que asu- míamos el Hospital Franklin Tello ya nos planteábamos cómo combinar la actividad hospitalaria con servicios de salud que se aproximaran a las diferentes áreas donde se encuentran los grupos humanos dentro del cantón. Las personas acuden al hospi- tal para ser atendidos, frecuentemente por problemas sencillos, a veces empujados por situaciones de enorme gravedad, en la esperanza de poder ser salvados, llenos de una gran angustia difícil de imaginar. Pero, mientras, en muchas familias, con medios rudimentarios de navegación, apa- recen problemas de salud que necesitan ser atendidos, diagnosticados y tratados, si es lia si algún caso exigía la venida al hospital para una atención más esmerada. Recuer- do situaciones concretas, ratos sentado en el suelo de las viviendas, conversando con la gente, de igual a igual, sin preocupación del tiempo y sabiendo que era una inver- sión importante que llevaría, con el tiempo y la paciencia, a resultados positivos. De estas horas de los sábados por la tarde, L os sábados por la tarde, dejaba el hospital y con una pequeña lancha rápida, acompañado de alguna de las hermanas, visitaba a las familias que vivían en una u otra de las márgenes del Napo, desde Tiputini hasta Nuevo Rocafuerte. Terminaba cansado, pero sabía cómo iba cada familia, sus problemas de salud y los otros, les entregábamos algunas medicinas si era necesario y decidíamos con la fami- Los sábados fluviales

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