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Curar en la selva herida 125 ma más segura, la clase de tumor que tenía Adelaida. Tomé suero de la pequeña y, a la mañana siguiente, salía hacia Quito. Una muestra la encargué al Dr. Renato León y otra la envié a Guayaquil, al Dr. Ramón Lazo. A ambos les pedía que trataran de ver si había señales inmunológicas de una echinococcosis en la paciente. Las pruebas resultaron negativas. Regresé y hablé con Jaime Salazar en Coca. Le indiqué que había que operarla, aunque no se trataba de lo que yo había pensado en un primer momento. Que era mejor sacar- la a Quito, a un buen Centro de Salud, para hacer las cosas en las mejores condiciones. Pero no hubo modo de convencer a la fa- te de la vejiga, muy móvil y que tenía a su alrededor otras cavidades más pequeñas y aplastadas. No se descubrían formaciones sólidas en su interior. En esa época yo estudiaba, en animales de la selva, formaciones poliquísticas en hígado, sobre todo en guantas (Cuniculus paca), debidas a una pequeña tenia del gé- nero Echinoccocus. Así es que, al mirar la pantalla, la mente se me fue hacia la hida- tidosis poliquística y pensé que, quizás, me encontraba con un caso humano especial. Le pedí al padre de la niña que regresara a casa; que yo iba a hacer unos exámenes es- peciales en Quito, para determinar de for- En el quirófa- no Una cirigía programada para extirpar un quiste dermoide en una niña de ocho años.
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