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Curar en la selva herida 122 Le llevamos al quirófano; desinfectamos el área; hice un par de ligaduras en la base del epiplón que asomaba por la abertura y lo extirpé por completo. Cerré parcialmente la herida y coloqué un dren. Le metimos en una cama y le llenamos de antibióticos, mientras le hidratábamos. Aunque parezca milagro, el paciente tuvo un postoperatorio sin problemas. Drenó muy poco por la abertura; lentamente se cerró. La costilla, que se percibía rota, se fue consoli- dando, sin quejas especiales del paciente. ¿Qué había pasado? El mismo paciente re- construyó parcialmente los acontecimientos, completados por familiares que le visitaron los días subsiguientes. Habían tenido una fiesta y habían bebido, ¡cosa milagrosa! Des- pués, con un compañero habían discutido y el compañero, que estaba en iguales condi- ciones de lucidezmental, lemetió un cuchillo en el área hepática y le barrenó varias veces. Porqué no perforó el hígado o un asa intesti- nal es algo que nunca podremos saber. - ¿Cómo lo va a dejar sin examinarlo y hacer algo?, me decían las hermanas, tra- tando de calmarme. - Claro, veamos de qué se trata. El paciente respiraba tranquilo; cierta- mente no estaba en coma, sino droga- do con el alcohol. Su vientre no estaba abierto. Existía una pequeña herida a ni- vel de la arcada costal inferior, en la zona hepática y por allí había salido íntegra- mente el epiplón, que cubría casi todo el abdomen. Cuando ausculté el vientre los ruidos intestinales eran claros y, al parecer, ningún tramo intestinal estaba perforado. Por el orificio solo salía una pequeña cantidad de suero con un poco de sangre. ¿Qué podía hacer? Me parecía demasia- do entrar en una laparotomía en aquellas condiciones alcohólicas del paciente, sin familiares con quienes consultar y deci- dir. Ciertamente, no tenía ánimos. ya estaba a punto de dar a luz y con el de- seo de que su propia madre le acompañe en esos momentos, se traslada a su casa. Casualmente su padre no se encuentra en casa cuando los primeros dolores apare- cen. Tranquila espera que todo irá bien. Pasan las primeras horas y al parecer algo G ladys Avilés Grefa es una joven mujer de 23 años. Vive en Coca desde hace algún tiempo y es allí donde ha formado su propia familia. Ella procede del Napo. Sus padres viven en un brazo del gran río, llamado “Sinchichic- ta huarmi” (“la gran chicta femenina”), a unos 60 km de Nuevo Rocafuerte. Cuando Las angustias de un parto imposible (diciembre, 1989)

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