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Un hospital frente a situaciones extremas 121 Y así, con pequeños triunfos cada día y una enorme paciencia, el largo proceso de recuperación de este grave caso de be- riberi sigue su camino hacia la curación. Mientras tanto el niño que lleva en su seno parece que no se entera de los pro- blemas de su mamá. Sus tonos cardiacos son buenos y el crecimiento aparente- mente se realiza sin dificultad. El 7 de julio inicia dolores de contracción y nace una hermosa niña de 4.096 gramos. Filomena permaneció en el hospital 130 días. Salió por su propio pie, aunque con marcha vacilante. Como era de esperar, marchó, a continuación, a hacerse ver y tratar con algunos curanderos. Entre sus actuaciones y las indicaciones farmacológi- cas del hospital sumejoría fue progresando. Hoy camina por los mil caminos de su selva familiar con la facilidad propia de sus ha- bitantes. pectro. Colocamos una sonda vesical per- manente. Ya el día 17 comienza a ver bultos con el ojo ciego. Existe función vesical; sus extremida- des inferiores comienzan a sentir el roce y los pinchazos, aunque se mantienen com- pletamente inmóviles. No existen alteracio- nes cardiacas. Eliminamos la sonda vesical. Pero el pequeño triunfo dura nada más que unas horas y la restablecemos. Hay que ayu- darle en la evacuación de su intestino. El 25 se aprecia tonicidad muscular mejora- da, movilidad nula. El 30 hace por prime- ra vez una deposición espontanea. El 5 de abril mueve por primera vez el dedo pulgar derecho y lo flexiona varias veces; el 13 se aprecian movimientos muy discretos de ambos pies; estos movimientos adquieren intensidad cada día, pero siempre en unos niveles discretamente perceptibles. El 30 de abril logra orinar de forma espontanea y se mantiene desde entonces el control vesical. años. Venía de Puerto Quinche y lo único que sabíamos era que alguien le había me- tido un cuchillo en el vientre. La verdad es que yo me enfadé mucho y les dije a las hermanas: - ¿Por qué me lo traen ahora? ¿Por qué no lo han dejado morir en su casa? Parecía un caso sin solución, con el vientre abierto y una masa de vísceras Por fuera. ¡No pare- cía chumado, sino en coma! L o trajeron al hospital el día 27 de ene- ro de 1988, a las dos de la tarde y lo dejaron recostado sobre la banca de la sala de espera. El estaba en el mundo del nirvana, lleno de los vapores de una chuma de alta categoría. Cuando llegué al hospital nadie le acompañaba. Pero lo que llamaba la atención era esa masa de tejido que cu- bría el abdomen, por encima del pantalón. Se llamaba Humberto Oraco y tenía 22 No siempre que se intenta se consigue (enero, 1988)
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