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Curar en la selva herida 118 necesario un nuevo vaciamiento de la ve- jiga. Cuando le sondamos no salió ni una gota de orina y esto nos llenó de sorpresa. Ciertamente, estábamos dentro de la ve- jiga, ¡qué pasaba? Introdujimos 200 cc de suero fisiológico, pero seguía sin poderse recoger nada por la sonda. - ¡La vejiga está perforada, pensé! Segura- mente estalló en su caída, como un globo repleto al que se le hace vibrar de forma brusca. Quizás en un primer momento un asa intestinal ocluyó la abertura y la veji- ga se llenó, pero ahora la orina se derrama dentro del abdomen. ¿Qué podía hacer en ese momento? Ne- cesariamente había que operar y cerrar la ruptura. No sabía con qué problemas quirúrgicos me podía encontrar; nuestro equipo humano en aquel momento era muy reducido y podríamos tener serias di- ficultades. Lo prudente era organizar una evacuación rápida hacia Quito. Lo pensé unos minu- tos y me decidí. Hablé con las hermanas y comenzamos. Le expliqué a Eusebio lo que tenía y lo que había que hacer; yo mismo le iba a acompañar y seguro que todo iba a salir bien. Recuerdo que el motor 55 HP estaba en bodega y le pedí a Ricardo Quinteros que E usebio Andi llegó el 11 de marzo de 1980 recostado en el piso de la ca- noa, desde San Vicente. Se encon- traba mal desde la madrugada. Reunidos en una fiesta entre compadres, llevaban muchas horas dedicados a conversar y a beber grandes cantidades de chicha de yuca. Hablaban y hablaban, bebían y be- bían y, de tiempo en tiempo, bajaban de la casa para vaciar ingentes cantidades de líquido que ingerían sus estómagos y se re- cogían en sus vejigas, como si de sedientos viajeros del desierto se tratara. En la última bajada de la casa, resbaló y se cayó. Cuando quiso orinar, le fue imposible. El dolor era cada vez mayor y la imposibilidad total. - Llevémoslo al hospital, dijeron los com- padres… y allí estaban, en el puerto, frente al hospital Se le colocó en una camilla y le transporta- mos a la sala de espera. Era grande y gor- do, pero ahora parecía el doble. Su vientre abultaba más y su rostro denotaba su dolor y su angustia. La percusión del abdomen mostraba una vejiga grande y llena. Cuando se le sondó se le recogió más de dos litros y medio en el recipiente correspondiente. Se le extrajo la sonda y aliviado se le hospitalizó. A la mañana siguiente, de nuevo se sentía incómodo y dolorido. Seguro que iba a ser Problemas tras una fiesta entre compadres (marzo, 1980)

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