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Curar en la selva herida 116 urgente. Estamos demasiado lejos de Nuevo Rocafuerte: 450 km. Es la una de la noche y navegaríamos muy des- pacio. Tardaríamos al menos 18 horas para llegar al hospital. Para entonces el útero se habrá roto y una hemorra- gia masiva puede matar a Ninfa en poco tiempo. Por otro lado, estamos a cuatro o cinco horas de Chirisa y des- de allí, en carro, se puede llegar a Lago Agrio en dos horas. Hay que escoger esta solución. - Adolfo, tu eres el marido de Ninfa, ¿comprendes en qué está el problema? ¿Te parece bien que intentemos lle- varla a Lago Agrio? -Sí, Doctor, comprendo y estoy de acuerdo en hacer todo lo que haga fal- ta para salvar a mi mujer y a mi hijo. - Bien, veremos cómo podemos solu- cionar el problema. Pienso que ahora mismo tendríamos que ir a casa de los padres de Ninfa y explicarles el asunto. Al mismo tiempo podemos hablar con Bolívar Coquinche, el ma- rido de Alexandra, quien tiene canoa grande, buen motor, gasolina y cono- ce muy bien el río, como para viajar de noche hasta Chirisa. Hagamos esto sin esperar más. Mientras se quedaban las hermanas con la parturienta, tomamos nuestra canoa Lu- cho Digua, nuestro motorista, Adolfo Tuni y yo. Bolívar Coquinche que vivía a un km río abajo ya sabíamos que estaba en la casa. Aunque yo no veía nada en la noche cerra- da, el motorista – que ven como los gatos de noche – le bastaba alumbrar de vez en mos problemas con Ninfa. Mi mujer desea que venga a ver. No puede dar a luz; ¡una de las manos de la criatura ha asomado por la vulva! Yo salté de la hamaca y en unos segundos estaba en la cocina. En un rincón Ninfa se encontraba echada en el suelo, sobre un plástico amarillo y una simple cobija. Tenía amarrada a la cintura una cuerda, que le comprimía y se agitaba inquieta. A sus pies estaba la Sra. Cecilia. - ¿Qué ocurre, señora Cecilia?, le pre- gunté, - Doctor, algo le impide dar a luz. En un momento ha asomado la mano y después ha entrado de nuevo. - ¿Está completamente segura que era la mano? - Sí, Doctor. Al explorar el abdomen, efectivamen- te la cabeza no se encontraba en la región suprapúbica y el eje principal de la masa fetal era transverso a la di- rección del abdomen. Adolfo Tuni, en silencio, miraba an- gustiado. - Tenemos que comprender clara- mente lo que pasa y lo que va a pasar, les dije. En esa posición no se puede dar el parto. Si Ninfa permanece en este trabajo el niño morirá y a ella se le romperá el útero y, como consecuen- cia, morirá. Tenemos que decidir aho- ra mismo lo que hay que hacer. Ninfa tiene que ser trasladada a un hospital, donde se le pueda realizar una cesárea

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