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Curar en la selva herida 112 lla, hacia una islita, un poco más arriba de su casa. Allí hay árboles de guaba y va a ver si recoge unas cuantas frutas para co- mer. Cuando se encuentra en esta tarea la rama se rompe y cae verticalmente sobre un vástago de palo, de 4 cm de diámetro, quebrado y vertical. Unos 15 cm del mismo penetran en la región inguinal izquierda y queda materialmente empalado. Con un valor increíble hace un esfuerzo, se levanta y, apoyando ambos pies, logra sacárselo. Va a su quilla, que está en la orilla y rema entre dolores terribles hacia su casa. Cuando lle- ga, de su herida sale sangre y grandes coá- gulos. La familia se da cuenta de la grave- dad y organizan un viaje de urgencia hacia Nuevo Rocafuerte. Diez horas después, ya de noche, llegan al hospital. Le acompaña Doña María, su madre. El muchacho está aún completamente entero, consciente, aunque muy dolorido. Se le instala un gota a gota con sueros y an- tibioterapia. Al parecer el intestino aún se mueve, aunque todo hace pensar que está perforado. A las siete de la mañana entramos en ciru- gía. Al iniciar la anestesia general con un barbitúrico intravenoso hace una parada cardiaca y, tras masaje cardiaco, se recupe- ra. Continuamos con una mezcla de oxíge- no y fluothane. La laparotomía media muestra amplias le- “A lo lago de mis años de trabajo médico en la Amazonía he podido comprobar cómo algunas patologías se suceden con frecuen- cia. Entre ellas, los accidentes relacionados con algunas costumbres de sus habitantes. Cuando llega la época en que las largas vainas del guabo están maduras, los niños se trepan al árbol y comienzan su cacería. Tienen la habilidad de los monos de la selva y allí están, en un balanceo peligro- so, alargando sus brazos y halando de esas apetecibles vainas, que encierran múltiples semillas rodeadas de un terciopelo blanco, dulce y jugoso. Pero siempre olvidan cuán frágil y quebradiza es la madera de este ár- bol y cada año varios accidentados visitan el hospital. En pocas ocasiones, con contu- siones sin importancia; muchas más, con fracturas en sus extremidades y, a veces, con patologías sumamente graves que hay que tratar de resolver. * * * Jorge Nemesio Chávez Cuenca es un joven de 14 años, que vive en Boca de Cuyabeno, a unos 300 km de Nuevo Rocafuerte, en el río Aguarico. Es hijo de Humberto Chávez y María Cuenca, familia muy conocida y de gran empuje que, procedentes de Colom- bia, viven desde hace años en el Aguarico ecuatoriano. Es el día 20 de diciembre de 1974. Jorge ha salido de mañanita, en una pequeña qui- Un árbol atractivo, pero lleno de peligros: el guabo, “Inga edulis”

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