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En los meses siguientes recogí ejemplares en las comu nidades vecinas a Nuevo Rocafuerte y muchos de ellos dieron resultados positivos de parasitación. Los mismas especies de chinches encontré en el río Aguarico, en las comunidades de Boca de Cuyabeno y de Puca Peña, aunque en ellos no pude realizar exámenes del contenido intestinal. En muchos de los exámenes realizados exploré la hemolinfa de estos triatominos, pero nunca encontré Trypanosoma rangeti. Había llegado en noviembre del 89 a algunas conclusiones bastante claras: la existencia de un foco autóctono de la enferme dad de Chagas en el Oriente ecuatoriano, con cuadros agudos de la enfermedad, repartidos en diversas áreas de la región. La parasitación de las tres especies de triatominos, repartidas ampliamente en todos los puntos estudiados y que pertenecían a especies peridomiciliarias. En noviembre del 89 presenté una pequeña síntesis de este tema en el IX Congreso Latinoamericano de Parasitología, de Caracas. Había grandes lagunas en mis conocimientos: ignoraba los reservorios selváticos ni sabía hasta qué nivel la población autóctona de la región había estado en contacto con el parásito y hasta dónde existían cuadros de Chagas crónicos y qué patología era el fruto de esta parasitación. Así es que la tarea era ardua y con el ritmo que permitían mis múltiples tareas hospitalarias me adentré en esta fascinante investigación. Un plan de investigación Era necesario contar con profesionales que estuvieran interesados en el tema. En mis salidas periódicas a Quito visitaba 82

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