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contaban que durante la noche la casa se llenaba de chinches, que les picaban frecuentemente. A estas picaduras atribuían tumoraciones que les aparecían por las mañanas en los brazos y alguna vez en la cara. Comprendían que el ojo hinchado que tenía el niño que murió tenía que deberse a la picadura de estos chinches. Dos meses antes había fallecido en la misma casa un hermanito mayor, de tres años, con un edema ocular y cuadro febril intenso. Pude recoger tres tipos diferentes de chinches que, con el tiempo, cuando realicé las consultas debidas al Dr. Luis León, en Quito y al Dr. Ramón Laso, en Guayaquil, los pude identificar como Panstrongytus geniculatus, Rhodnius pictipes y Rhodnius robustus. La visita que realicé a los dos días, en la zona del Payami no, fue a la casa de la familia Coquinche Andi, cuya pequeña hija, CY, había estado a punto de morir en diciembre del 88. La niña inició su cuadro febril, complicado después con edemas generalizados y rash cutáneo difuso, pocos días después de haber visitado a un yachac de la zona para el tratamiento de una dolencia poco importante. Con las indicaciones de la familia visité al yachac, que casualmente procedía de Sinchichicta, en el río Napo. Yo conocía mucho a su familia: un hermano suyo, Juanciano Machoa, había muerto algún tiempo antes, tras complicaciones graves de una Ieishmaniasis mucocutanea y, desde el hospital, donde estaba internado, yo le había llevado personalmente a su casa para morir entre su familia, como él mismo me había suplicado. Efectivamente existían abundantes chinches en los cafetales que rodeaban la finca y desde allí les visitaban en las primeras horas de la noche para picarles. Les pedí que me recogieran ejemplares y a la mañana siguiente me entregaron ejemplares de Panstrongytus geniculatus. En uno de ellos, que lo trasladé a Nuevo Rocafuerte, pude comprobar abundantes formas epimastigotes y tripomastigotes de T. cruzi, en las heces. 81

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