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de pared blanquecina y firme, para que lo estudiara. Cuando llegué al Hospital me entretuve en un estudio pormenorizado del mismo. Su pared era gruesa y lisa, muy bien delimitada respecto al tejido hepático que le rodeaba por alguna de sus partes. En su interior se diferenciaba una fina capa brillante, netamente separada de la capa fibrosa exterior. Existía abundante liquido trasparente y en su fondo un poso opalino. En él obtuve el material para unas placas, en las que se apreciaban al micros copio abundantes protoescólices, muy semejantes a los que había encontrado en los quistes de guanta. Al parecer me encontraba ante un quiste unilocular que debería pertenecer a la especie E. granutosus. En los estudios del Dr. D’Alessandro y del Dr. Robert Rausch se afirmaba que sus ganchos, que pueden tener cierta variabilidad en su tamaño, siempre son más pequeños que los de E. oligarthrus y E. vogeli. Pero mis mediciones dieron resultados divergentes. Se trataba de ganchos bien definidos en su forma, que recordaban a los de E. vogeli én la proporción entre mango y hoja, pero su tamaño era sensiblemente semejante a los de E. otigarthrus. La peculiaridad de los datos obtenidos en mis mediciones me aconsejaron escribir al Dr. D ‘Alessandro mostrándole mi inquietud. Su opinión, confirmada por el Dr. Rausch a quien consultó, era que se trataba de E. granutosus, en los que existe variabilidad de tamaños y que sus dimensiones podían tener relación con problemas ecogeográficos. De momen to me tranquilicé. En octubre del mismo año el equipo de Guderian recogió 20 piezas de hígados de cerdos en el camal de Quito, todos ellos parasitados con múltiples quistes. Los animales procedían de diversos sitios, concretamente de Chillogallo, Saquisili, Tumba- co, Latacunga y Machachi. Este material lo trasladé a Nuevo Rocafuerte y lo revisé. Todas las piezas mostraban idénticos quistes uniloculares, variados en tamaño, desde pocos milímetros a varios centímetros de diámetro. Paredes lisas, bien delimitadas, 72