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Mi primer contacto con el Echinococcus vogeli El día 3 de febrero del año 86 la Sra. Teresa Papa, que realizaba la tarea del lavado de ropa en el Hospital, se presentó ante mí con un hígado de guanta. -Doctor-me dijo,-no sé si se podrá comer, porque tiene unos tumores. Me lo acaba de regalar el Sr. Maxi Cox. La pieza hepática presentaba una gran cantidad de vesicula ciones en su pared, de color blanco ambarino, semitransparentes. Se trataba de la misma imagen que yo había visto en las transpa rencias del Dr. D’Alessandro. -No, Sra. Teresa, mejor me lo deja para que lo estudie. Me metí en el laboratorio y durante un tiempo largo no quise saber de ninguna otra cosa. Primero fotografié la pieza. Después realicé unos cortes macroscópicos, en donde aparecían con claridad las imágenes de múltiples formaciones vesiculares complejas, rellenas de líquido traslúcido y de formaciones blanquecinas gelatinosas. En algunos sitios se percibían pequeñas masas formadas por pequeñísimas granulaciones blanquecinas, como racimos de mimsculas uvas blancas. Se veían tabiques múltiples que separaban las vesiculaciones en varios departamen tos. Sobre el fondo verde de una hoja la imagen era verdadera mente bella cuando la pieza recibía una fuerte iluminación solar. Separé diversas porciones. Unas las di de alimento a ratas blancas que tenía en un pequeño local del hospital; otras las guardé en formol aliO % para posteriores cortes histológicos y el resto lo sometí a una investigación directa microscópica. En aquel entonces disponía de muy poca bibliografía sobre el tema, pero ya conocía las técnicas de medición de ganchos que permitía la diferenciación entre las dos especies en litigio: E. otigathrus y E. vogeli. Pequeñas cantidades del contenido de las vesículas las sometí a compresión entre porta y cubre y, al 6$

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