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Aguarico se olvidó de las canoas amarillas y deslizadores de aluminio en que los equipos humanos de Malaria, con sus cascos metálicos y sus uniformes grises, nos visitaban. Y entonces, poco a poco, con una constancia increíble, el porcentaje de casos palúdicos comenzó a aumentar. El estudio del brote del 84 A fines del 83 tuve una reunión con el Dr. Javier Aznárez. Javier es un joven sacerdote médico que, junto a José Luis Palacio, sacerdote y antropólogo, trabajaba en la parte alta del cantón Aguarico, desde Pañacocha hasta Puerto Quinche. Su íntimo contacto con las comunidades quichuas de la zona le había permitido una gran información en los temas de salud y sus visitas periódicas a cada comunidad, en las que atendía los diversos aspectos sanitarios, le daba capacidad operativa para programas en perspectiva. En aquella reunión tocamos el tema del paludismo y convinimos en realizar un estudio de la distribución geográfica y etaria de la enfermedad. Señalamos los criterios de tratamiento y comenzamos a interesar a representantes de cada comunidad, para que pudieran hacerse cargo de un programa de tratamientos sí, como se veía venir, el SNEM dejaba de asumir su responsabi lidad en el control de la enfermedad. A finales del 84 habíamos clarificado algunos aspectos importantes referentes al tema del Paludismo. Tanto Javier Aznárez como yo realizamos un estudio graficado de la casuísti ca palúdica. Los resultados fueron muy significativos. Tanto en la experiencia de Javier como en la mía el paludismo había recorrido el año 84 realizando dos brotes bien delimitados: uno, que correspondía a la primera mitad del año, con una punta 57
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