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Un acercamiento al cuadro clínico Desde uii comienzo, en el año 70, mi interés se volcó sobre las imágenes clínicas de la enfermedad. Era completamente claro que existían dos formas fundamentales en nuestra amazonia: la leishmaniasis cutánea, LC, que afectaba a diferentes territorks de la piel y que respetaba las mucosas, y la forma mucocutánea, LMC, que se inciaba en la mucosa nasal y que invadía, poste riormente, territorios orofaríngeos y las vías respiratorias altas. La tercera forma de leishmaniasis, la leishmaniasis visceral, LV, no se había descrito hasta la fecha en el Oriente ecuatoriano, aunque existían algunas descripciones imprecisas en el Ecuador. Las LC, en un porcentaje alto de casos, ofrecen una imagen característica, tan clara, que no es necesario otros elementos de diagnóstico para estar seguros de su etiología. Al comienzo, como una minúscula lesión vesiculosa, muy pruriginosa hasta que, en pocos días, aparece la imagen clásica, úlcera en sacabo cado, que semeja una lesión con bordes bien delimitados, excrescentes, violáceos, que enmarcan una zona excavada, ulcerosa, fácilmente sangrante y discretamente mamelonada, de color rosado. A veces está la imagen oculta bajo procesos se sobreinfeccioón bacteriana, pero siempre existen elementos de identificación. Junto a esta imagen clásica aparecen otras lesiones leishmaniásicas, menos claras, en que la experiencia me ha enseñado a discernir algunos elementos fundamentales, como el fácil sangrado, la imagen mamelonada, la cronicidad, el reborde alterado en su color. Dentro de estas múltiples formas me gusta hablar de lesiones prominentes, lesiones escamosas y úlceras amplias e irregulares, en diversos procesos de cicatriza ción. Su localización y número varían, de acuerdo a diversos factores. En mi experiencia, entre los 81 pacientes que fueron tratados hasta el año 90, con un total de 137 úlceras, el 63,5 % 44

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