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Otro asunto sin dilucidar y que mantiene una espera incierta por mi parte es el de la identificación de la especie a la que pertenece la metacercaria denominada Paragonimus flapeflsiS. Los múltiples intentos para obtener adultos en laboratorio han fallado hasta el momento. Primero infecté numerosos gatos en nuestro pequeño local del Hospital, pero nunca prendieron. Posteriormente, con el biólogo Juan Carlos Vieira, del equipo del Dr. Ronald Guderian, de Quito, intentamos infectar gatos proce dentes de Quito y, realizada la inoculación en Nuevo Rocafuerte, fueron trasladados a Quito para seguir de cerca su evolución, pero estos ejemplares tampoco se parasitaron. En un viaje posterior, el biólogo Juan Carlos Vieira y el Dr. Harvey Blackes poor, de la Universidad de Michigan, en los EE.UU. , obtuvieron metacercarias de P. napensis en el lugar y trasportaron las mismas a Quito, donde inocularon, gatos, perros, conejos, hamsters y en ningún caso obtuvieron adultos. Nos encontramos, por tanto, ante una metacercaria procedente de un adulto cuyo reservorio nos es totalmente desconocido y que, además, realiza unas condiciones especiales de parasitación, no iguales a las otras especies del Paragonimus. He realizado otra vía de acercamiento al tema, intentando localizar directamente mamíferos adultos que viven en el entorno de la quebrada en la que se encontraron las metacercarias, pero hasta el momento tampoco he conseguido éxitos. Mantengo la convicción de que nos encontramos ante metacercañas de Paragonirnus, pensamiento que aceptan todos los investigadores que se han acercado a estas metacercarias, pero algo se me escapa y compruebo una vez más que la naturaleza posee rúltipIes mecanismos de ocultamiento a nuestro deseo de penetración en su rica y compleja realidad. 40
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