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¿ Cuáles seráiz tos reservorios naturales? A primeros del año 83 mi cabeza estaba en ebullición. No perdía ocasión de conversar con indígenas y mestizos que se dedicaban a la cacería. Les interrogaba sobre las piezas que cobraban y el aspecto de sus pulmones. Efectivamente, algunos presentaban tumoraciones endurecidas, pero ellos no se habían preocupado del tema. Yo insistía en la pieza más cobrada y abundante: el pécari americano, que los quichuas llaman huanga na, porque, pensaba, sus manadas numerosas, su ubicuidad y sus costumbres de hozar en las quebradas, les hacían especialmente aptos como reservorios naturales. Esta apetencia de las huanga nas por los cangrejos que se encuentran en las quebradas amazónicas ya había sido recogida en alguna de las antiguas leyendas del lugar (El Señor de las huangazas, en Sacha Paclia. El mundo de la Selva. pp 1 06-107). En aquel enero del 83 el padre Juan Santos visitó al grupo huaorani del Yasuní, ubicado en Garza Cocha, a unos 150 km de Nuevo Rocafuerte. También a él le abrumé con mis pequeñas preocupaciones. A los 30 días estaba de regreso y los dos frascos con formol al 10%, que yo le había entregado, volvían con diversas piezas de pulmones de pécaris, que él estimaba mostra ban los famosos tumores que yo le había descrito. Me faltó tiempo para una primera revisión y mi impresión fue negativa. Inmediatamente tomé muestras pequeñas del contenido de aquellos quistes gruesos y fibrosos: allí estaban los famosos huevos de Paragonimus; unos libres, en un magma marrón oscuro y otros, dentro de unas estructuras que eran exactamente las del parásito anhelado: partes de las glándulas vitelógenas; ovarios llenos de huevos. Gocé con el hallazgo y confirme mis primeras intuiciones. De ahí proceden mis primeras microfotografías del interior del parásito. Pocos días después algunos de los trabajadores de compa 27

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