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él, en su hepatopáncreas y quizás en sus tejidos musculares, perderá su pequeña cola, sus órganos internos madurarán y adquirirá unas características juveniles, con la denominación de metacercaria, con capacidad para continuar su desarrollo definitivo en el mamífero. Penetra en éste a través de la alimen tación; los cangrejos y otros seres vivos de las quebradas forman parte temporal de la dieta de estos mamíferos. Llegado a su estómago, las estructuras parcialmente trituradas del cangrejo son digeridas por los jugos gástricos del huésped y las metacercarias, que no se afectan por los mismos, penetran a través de las paredes del tracto gastrointestinal y alcanzan la cavidad abdo minal, posteriormente el hígado y posiblemente otras estructuras como la musculatura del huésped, donde permanecen un período de tiempo difícil de delimitar. En una última etapa de su viaje vital llegarán al parénquima pulmonar, madurarán definitiva mente y su aparato reproductor iniciará una actividad loca para la permanencia de la especie. Comencé a revisar la bibliografía existente sobre este tema y poco a poco me formé una idea aproximada de la forma con- creta en que debería abordar este fascinante capítulo de parasito logía. Era evidente que existían en nuestra selva amazónica reservorios naturales del parásito y que, en realidad, la Paragoni miasis era verdaderamente una zoonosis; la densidad humana tan escasa nunca explicaría una ubicación tan dispersa de pacientes de esta parasitosis. Muchas de las quebradas de la selva circun dante tenían que estar pamsitadas por la fase metacercaria, exis tente en los cangrejos que las habitaban, si queríamos una explicación razonable de la existencia de pacientes dispersos a lo largo del río Napo. Pero, ¿qué mamíferos eran los portadores del parásito? 26

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