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su yerno el Dr. José Rumbea, quien había trabajado muy cerca del Dr. Montalván en la investigación sobre esta patología. Esa misma tarde nos encontrábamos en una pequeña casa de vacacio nes de Playas. Casualmente, pocos días después, iba a tener lugar un encuentro científico en Portoviejo, en el que se trataría, entre otros temas, de Paragonimiasis. ¿Por qué no me animaba a asistir al evento y conocía a quienes se interesaban sobre el tema en el Ecuador? Hasta el presente yo trabajaba en solitario y desconocía a la totalidad de los investigadores ecuatorianos. Portoviejo me pareció caluroso y el encuentro fue muy estimulante para mi. Varios de los doctores de Guayaquil y Cuenca trataron el tema y no todos presentaron con la suficiente altura sus investigaciones, pero, en todo caso, me permitieron vislumbrar la amplitud de esta patología en el país. Me di perfecta cuenta que el Oriente Ecuatoriano era tierra desconocida y sus patologías pertenecían más al mito que al conocimiento real de los profesionales del Ecuador. El Dr. José Rumbea se convirtió en el enlace con otros colegas y en una inestimable ayuda en muchos aspectos. Fueittes informativas sobre la enfermedad en el Oriente En Quito el Dr. Luis León, quien había intervenido directa mente en la revalidación de mi título de Medicina en la Univer sidad Central como catedrático de Medicina Tropical hacía pocos años, me informó de la existencia de algunos casos de Paragoni miasis en el Oriente, que habían llegado a sus manos a través del Instituto Lingüístico de Verano, de Limoncocha, aunque la información era escasa y no existían publicaciones sobre la misma. El me proporcionó una amplia bibliografía sobre Paragonimiasis, que comprendía casi la totalidad de los trabajos 22

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