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gran cosa, recoger información precisa sobre los huéspedes intermediarios de la enfermedad. Les prometí establecer contacto con las autoridades del Ministerio de Salud, para obtener medicación suficiente para el tratamiento de los pacientes, y establecí unas pautas definidas sobre el tema con las Madres Lauritas, que formaban parte de la pequeña comunidad de Naranjal. A mi regreso a Quito redacté un informe conciso sobre mi visita y lo presenté en el Ministerio de Salud. En la fecha, el De partamento correspondiente disponía de unas existencias de Batin, proveniente del Japón y fueron muy generosos al propor cionarme una cantidad apreciable. Cuando, meses después, quise enviar a Naranjal parte de esta medicación para el tratamiento de los cayapas enfermos de Paragonimiasis, ya ellos habían recibido el bithionol sulfóxido a través de otra red de salud, en la que promotores cayapas estaban directamente involucrados. De esta manera el Hospital pudo disponer de una cantidad apreciable y, desde entonces, contamos con tratamiento específico para esta seria enfermedad. Comienzo a conocer Parasitótogos ecuatorianos Estaba pasando unas vacaciones en Playas de Villamil, en la costa de la provincia de Guayas, en el mes de septiembre del 76, cuando se presentó a comer con nosotros el Dr. Pilcain. Este ilustre abogado llevaba algunos asuntos de los capuchinos del Ecuador y conocía muy de cerca a los Padres de la comunidad de Playas. Desde Guayaquil, donde residía, visitaba con fre cuencia esta zona de descanso y, de vez en cuando, también se hacia presente entre los padres del lugar. En la conversación relajada de la mesa me presentaron al Dr. Pilcain. Circunstan cialmente salió el tema de lá Paragonimiasis, y él me habló de 21
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