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En julio del $6 participé en una investigación sobre Oncocercosis en la provincia de Esmeraldas, bajo la dirección del Dr. Isao Tada, del Japón. Visitamos los ríos Santiago y Cayapas. Mientras me encontraba en la población de Zapallo Grande, en el pequeño centro de investigación que posee el Dr. Ronald Guderian, recogimos bastantes ejemplares de unos crustáceos grandes, de aspecto de camarones, pensando encontrar con suerte metacercarias de Paragonimus. Pero no fue así. Por el contrarío, pude recoger, en la zona peribranquial de estos crustáceos, numerosos ejemplares de un parásito, que medía aproximadamente 2 -3 mm de longitud y que reproducían en grande las mismas estructuras de la llamada “metacercaria pentadáctila”. Evidentemente, una vez más, mi ‘ojo parasito lógico’ me había alejado de la verdadera naturaleza de estos parásitos. A partir de ese momento comencé a consultar la bibliografía y pronto dispuse de datos para situarme mejor y más cerca de la verdad. Se trataba de ejemplares de un grupo biológico muy especial, cuya situación, dentro de la sistemática, había sido discutida en múltiples ocasiones. Primero, colocados dentro de los Platelmintos y, durante algún tiempo, como parte de los Tremátodos. Después, con mayor precisión, formando una clase aparte, la clase Temnocephata, en el orden Temnocephaloidea, suborden Temnocephatata y, finalmente, en la familia Temnocep hatidae, género Temnocephata, E. Blanchaiti. Son exoparásitos en ocasiones, aunque pueden vivir inde pendientes, siempre que haya suficiente oxigenación en el agua en la que se sitúan. Tienen una ventosa de fijación. Se fijan a la cavidad branquial de algunos crustáceos o a caparazones de moluscos y hasta se han encontrado en el caparazón de los quelonios. 147
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