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mente, en esa rata existía una zona del intestino mucho más dilatada, con alteración del color y que me hizo pensar en la Angiostrongiloidiasis. Pero no encontré adultos en las arteriolas. Cuando algún tiempo después díseccioné otras dos ratas, la alteración existía con el mismo aspecto. Entonces comencé a pensar si no se trataría de una anatomía normal del tracto digestivo de las ratas y no de una alteración patológica. Hasta el presente no he visto nunca cómo son las lesiones en huéspedes defmitivos y, por tanto, he trabajado a ciegas en este tema. En esos mismos meses del 92 había realizado intentos con las babosas. En noviembre examiné babosas con jugo de papaya, sin resultados. Después empleé como líquido digestivo un jugo digestivo comercializado como Acidona, pero también fracasé en el intento. En diciembre hice otros ensayos, pero tampoco tuve éxito. Efectivamente faltaban elementos técnicos para esta investigacíón. Ultimos trabajos y perspectivas futuras Al poco tiempo del viaje de regreso del Dr. Morera yo recibí la pepsina que necesitaba. Entre la Dra. Silva y yo pudimos diseccionar y licuar numerosas babosas. Solamente en una de ellas localicé una larva L3. Cuando quise separarla para estudio microscópico la perdí en las manipulaciones ante el microscopio de disección. Queda otro aspecto de la investigación en que el Dr. Morera insistió que teníamos que hacer. Hasta el momento presente las babosas son los únicos huéspedes intermediarios comprobados de esta parasitosis. Por otra parte, en el Brasil se han encontrado monos de la selva amazónica parasítados por A ngÉostrongytus costaricensis. Seguramente éstos no se han podido infectar a 138

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