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De los 10 ejemplares extraídos, unos los empleé en medicío nes de algunos órganos básicos y pude comparar los huevos que existían en su interior, sobre todo en la parte terminal del útero, con los examinados anteriormente en las heces de los gatos y pude confirmar su identidad. Otros ejemplares los coloreé con Paracannín de Mayer y verde rápido. Resultaba bello examinar estos ejemplares, llenos de colorido, en el microscopio de disección y en el microscopio óptico. De ellos tomé datos y medidas y una síntesis de los mismos, además de unos pocos ejemplares, acompañados de microfotografías, los envié al Dr. D’Alessandro, en la Universidad de Tulane, en los EE.UU. , para que me oñentara. A la búsqueda de información Mientras esperaba respuesta, me tocó ir a Quito y visitar, como era mi costumbre, al Dr. Ronald Guderian. En su despa cho, mientras Ronald se ocupaba de una visita, yo curioseé su biblioteca, sus textos de Parasitología, a la bi.ísqueda de informa ción. Allí encontré un viejo ejemplar de la Parasitología de Pedro Kouri y en una de sus páginas se encontraba una fotogra fía en blanco y negro del ejemplar que yo había descubierto. Se llamaba Platynosomum fastosum y efectivamente parasitaba a gatos domésticos, pero no el intestino, sino las vías biliares. Su ciclo biológico, como el de los tremátodos en general, era complejo y el primer huésped era un pequeño molusco terrestre, mientras el segundo se trataba de una lagartija: el parásito se encontraba en ella, en la vesícula biliar. Fotocopié el capítulo de Kouri y me regresé contento a Nuevo Rocafuerte: ya sabía bastantes cosas y tenía intención de comprobarlas. A primeros de enero disecaba el gato negro y comprobé que los parásitos no estaban en el intestino. De la vesícula biliar, de 125

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