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siguientes siempre mostraban ejemplares de los mismos huevos misteriosos, cada día en mayor abundancia. Entonces tomé heces de otra gata gris que también había sido infestada con metacer carias los meses anteriores y también aparecieron en las heces los mismos huevos. ¡ Por fin, pensé, ya aparecieron los adultos del?. napensis! Fotografié y realícé mediciones de estos huevos. Su tamaño era discretamente superior a la mitad de los de Paragonimus. Pero era normal, dije, puesto que la metacercaria también es la mitad de la del P. mexicanus. El 6 de octubre decidí realizar la disección de la gata gris. Los pulmones eran normales y ninguna tumoración podía descubrirse en su parénquima, ni en su pared. Evidentemente los huevos no procedían de las vías respiratorias y había que buscar en el tracto intestinal. Aislamos todo el tracto digestivo y lo dividimos en porciones. Separamos su contenido y lo diluimos en agua, en el interior de unas grandes placas de Petri. Entonces revisamos este material en el microscopio de disección. Aparecieron unos pequeños parásitos, de tres o cuatro mm de longitud, transparentes, alanceolados y planos, en cuyo interior se podían ver con claridad las diversas estructuras de un tremátodo. La ventosa oral y la ventosa ventral o acetábulo, en el fmal del tercio anterior del parásito; los dos testículos cerca de la ventosa ventral, a uno y otro lado; el ovario detrás de uno de los testículos; el tracto digestivo, con la bifurcación y los dos ciegos y una enorme cantidad de huevos que ocupaban la tota lidad de la zona media del parásito, mientras que a los lados se percibían unas formaciones arracimadas qué debían ser los cuerpos vitelinos. Pero, en realidad, desconocía a qué grupo de tremátodos pertenecían estos minúsculos ejemplares. Comencé a revisar mis libros de parasitología y después de mucho mirar llegué a la conclusión de que debía tratarse de un dicrocélido, pero ahí me detuve. No tenía otros medios de avanzar en mi conocimiento. 124

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