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dentro del equipo hospitalario, fue el concordar unas normas standard para los casos de mordeduras de culebra que llegaran al hospital. Parecía evidente que los criterios que señalaban muchas publicaciones eran imprecisos y discordantes. Se hablaba mucho de la conveniencia de un torniquete por encima de la mordedura; de incisiones en el lugar de la lesión; de las técnicas para la aplicación de sueros antiofídicos y la dosificación conve niente, de acuerdo a la gravedad del caso. No se señalaban, por otra parte, criterios seguros para concretar hasta dónde el accidente debía ser considerado como grave y las razones para emplear una o más dosis de suero antiofídico. El torniquete y las incisiones en el lugar de la lesión fueron descartados como norma, aunque se veía la posibilidad de su aplicación en casos muy concretos, siempre que se respetaran algunas normas elementales. El torniquete no debía impedir la circulación arterial y sí, temporalmente, la venosa. Las incisiones no debían realizaise a más profundidad que la necesaria para evacuar el veneno inoculado. Uno y otras eran técnicas de campo, inmediatas al accidente y, por tanto, quedaban al margen de nuestra actividad hospitalaria. Las pautas señaladas para nuestro hospital quedaron concretadas en los siguientes puntos: 1. A la llegada del paciente y, una vez comprobada clínica- mente la naturaleza del accidente ofidico, se instalaría una venoclisis y a través de ella se implantaría una antibioterapia de choque con 10.000.000 U de penicilina sódica, previa prueba de sensibilidad. 2. Aplicación inmediata de un analgésico potente. 3. Prueba de sensibilidad para el suero antiofídico y aplicación posterior de 5 ampollas por vía intravenosa lenta, en una sola sesión. 4. Preparación de antihistamínicos y corticoides para caso de necesidad. 5. Antibioterapía de mantenimiento, antiinflamatorios y 110

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