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Primeras experiencias Hasta mayo del 71 no recuerdo haberme puesto en contacto directo con un accidente por mordedura de ofidios en el Hospi tal. Se trataba de un varón joven, de 25 años, y llegó al hospital después de cinco horas de la mordedura de una pitalala, 30- throps atrox, en el tobillo. Tenía ya un intenso edema de toda la extremidad, taquicardia, extrasístoles y dolor intenso. Me parecía, realmente, increíble el poder lesivo de estos pequeños animales reptadores. Disponía, en aquel entonces, de sueros Butantán, de Sáo Paulo, en el Brasil, centro pionero en la preparación de sueros antiofídicos. Recordaba algunos de los consejos que nos habían dado en Antwepen, en el curso de Medicina Tropical, que había recibido apenas año y medio antes, y comencé mi trabajo con la puesta de una venoclisis, con antibioterapia intensa, un buen analgésico y una prueba antialér gica para los sueros que pensaba emplear. Cuando comprobamos que las pruebas eran negativas, inicié la puesta intravenosa de cinco ampollas de suero antiofídico, mientras mantenía preparado un corticoide intravenoso. Cuando ya me encontraba en la introducción de la cuarta ampolla apareció un rash cutáneo importante. Empleamos el cofficoide intravenoso y terminamos la puesta de las cinco dosis programadas. El paciente se recuperó con rapidez y, lo que había sido un cuadro importante, se convirtió para Homero Siquihua en un recuerdo. Por cierto, en el año 78 sufriría una nueva mordedura por pitalala en la nalga, de la que también saldría bien parado, merced a una terapia rápida e intensa, a la hora escasa de sufrir el accidente. Uno de los primeros temas que sometimos a discusión, 109

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