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74 ALEJANDRO DE VILLALMONTE filósofo y teólogo: el problema del mal (especialmente del mal/peca do), y la necesidad de la gracia de Cristo para superar el mal en todas sus manifestaciones. Se aferra a la doctrina del PO porque sin ella no ve respuesta a la pregunta por el origen del mal: de dónde el maL de dónde el pecado y, sobre todo, para salvaguardar la efi cacia de la Cruz de Cristo = nc evacuatur Cmx C’hristi! ¡No vaciar de contenido la Cruz de Cristo! Buscando respuesta a esta pregunta —de triple formulación— se fue Agustín joven al maniqueísmo. Como no encontró respuesta salvadora, se tomó al Cristo de su niñez. En este contexto se comprende que haya hecho de la gran miseria humana, especialmente la de los niños, un argumento teoló gico decisivo para su afirmación del PO: ya veis (pelagianos) cómo vuestra herejía naufraga en las aguas de esta miseria infrmtil; que, bajo un Dios justo, no existiría si la naturaleza humana no la hubiese merecido al ser viciada y condenada por aquel enorme pecado primero. Apoyados en el testimonio de la Escritura y cte la miseria humana, se demuestra la existencia del pecado originctl . No sé si debemos creerle, pero san Agustín opina que quien no admita esta su argumentación a favor del PO cae inevitablemente en el maniqueísmo. Dudo que, al menos hoy día, pueda convencer a alguien. Pero san Agustín aduce otra argumentación más teológica a favor de su PO: no es posible salvaguardar la universalidad de la gracia de Cristo, la eficacia de su Cruz, si no se afirma que todo hombre es concebido en PO, heredero de una naturaleza corrupta y, por ende, necesitada de Salvador. Que si fuese sana, íntegra, sin pecado, no necesitaría de la gracia del Salvador en ese momento. Sobre la base de esta bifronte y correlativa verdad: miseria humana, Salvación de Dios, ofrece otras argumentaciones colatera les, complementarias: — Motivo cte teodicea: el Dios justo y bueno de los cristianos no puede castigar con tanta miseria a los hombres, especialmente a los niños, si no fuesen culpables de algún pecado. Pero ¿qué otro 10 Cbiitrci JttL, op. imp. III, 109: PL 45, 1291. Cf. ib., III, 61, 5, 8-9, 202-201. Pero contra vuestro error el testimonio de la Escritura y la misma miseria del género humano demuestran la existencia del pecado original, ib.. 89, PL 45, 1286: cf. IV. 1; PL 15, 1339.

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