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60 ALEJANI)R0 I)E VILLALMONTE nás/diablo del NT y también de Pablo no es una persona individual’, en sentido filosófico-teológico de la palabra, sino una personifica ción/prosopopeya literaria, retórico-simbólica de dichas fuerzas adver sas. Tal como podría llamarse Satanás, a un personaje que cumple un papel ostentosamente siniestro en el drama que se representa en el gran teatro del mundo. Rasgos de agresividad diabólica adquieren esas fuerzas que Pablo llama «elementos del mundo» ‘stoiJeia). Que serían las mismas realidades del cosmos en cuanto supuestamente manejadas por Sata nás. Incluso la misma «ley» puede representar un impulso hacia el mal. — Nominalmente, en Pablo actúa otro personaje de catadura tan aviesa como la del propio Satanás: El Pecado (= He Hamartía), tirano que entra en el mundo por culpa del hombre, con su con sentimiento y que, luego de instalado, esclaviza del todo a los hom bres que le dieron libre entrada. San Juan, especialmente, propone otra figura/energía que impele a los hombres al pecado: el mundo. Que puede tener un significado cósmico o bien antropológico (conjunto de hombres malos), cultural: lo que nosotros llamamos creaciones de la cultura humana en tanto en cuanto vienen, a veces, del pecado e impulsan con fuerza y tenacidad hacia el pecado. También la mujer, Eva y las otras ‘evas» son consideradas como introductoras e inductoras del pecado. Eva es inseparable del padre Adán de quien hablaremos luego. — Dentro ya del propio hombre tenemos, en primer término, la concupiscencia, el deseo engendrador del pecado: la ley de la carne que llama san Pablo. — El corazón es, sin duda, el hontanar verdadero y perenne del pecar humano, en cualquiera de sus inagotables manifestaciones. — El padre Adán aparece como introductor de la muerte/peca do en la historia humana y en cada uno de sus individuos. Veamos el alcance y sentido de esta mortífera intervención adánica.
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