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CRISTIANISMo SIN PECAI)() ORIGINAL 57 La universalidad que Pablo tiene a la vista es, sin duda, la pro pia de un universal colectivo: la comunidad humana, antes de Cris to, forma un pueblo de pecadores. No entra Pablo en casuística, ni tiene una visión individualista del fenómeno. No tiene intención de decir, ni dice, que, cada individuo humano, contados uno a uno, sea pecador, incapaz de cualquier tipo de acción buena. Aunque todos, contados uno a uno, sean incapaces de lograr por sí la salva ción, no quiere decir que se encuentren antecedentemente en peca do. Será pecador cuando, libre y conscientemente, se niegue a acep tar a Jesús. Se trata de explicar una situación histórico-salvifica general que, ciertamente, afecta a todos, pero de varias maneras y en grados diversos. Las preguntas que la teología puede hacer son muchas, impre vistas para Pablo. Por ejemplo, no hay dificultad en admitir que hayan existido individuos adultos personalmente inocentes; mientras se añada que la inocencia es fruto de la gracia previniente de Cristo. Los católicos tenemos el caso paradigmático, ejemplar, solemne y aleccionador de María, perfectamente inocente y llena de gracia y, al propio tiempo, la perfectísima, eminentísima redimida por la acción de Cristo. Veremos más adelante que, desde el misterio de María Inmaculada, se nos acerca al misterio de la redención preventiva que Cristo ejerce sobre todo hombre al llegar a la existencia. Respecto a esta universalidad del pecado, hay otro matiz impor tante, decisivo para la actual discusión sobre la biblicidad del PO: Pablo llama pecadores exclusivamente a los hombres adultos, capa ces de oír/desoír el mensaje de conversión. No se preocupó, en absoluto, de la situación teologal de los niños. La tradición cristiana posterior metió a los niños en la zona de pecado, para salvar la uni versalidad perfecta de la acción salvadora de Cristo. Esto no lo pre vió Pablo ni nadie en la Iglesia primitiva. Es decir, del mensaje pau lino sobre Cristo Salvador se dedujo: a los niños, si han de ser salvados, necesitan de la gracia de Cristo; b) por ende, los niños también tienen el pecado ‘original’. La primera deducción es correc ta; la segunda encierra una cumplida falsedad argumentativa, como veremos. Respecto a la radicalidad de la situación y la impotencia soteriológica que ole ella resulta, Pablo —y todo el NT— enfati zan su convicción con energía, concretan esta impotencia en el hecho del pecado generalizado. Y, ciertamente, el pecado crea dicha

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